Disputa internacional

Siria es una bomba política

08 de octubre de 2015

siria-bombardeoSobre Siria cae, por estos días, el atronador peso de bombas y estrategias de intervención contrapuestas. El país árabe parece estar situado en los últimos años en el punto central de la batalla geopolítica entre Occidente y una Rusia que recuperó su protagonismo mundial. Desde 2011, el gobierno de Bashar Al Assad mantiene una precaria gobernabilidad jaqueada por varios factores: las demandas sociales y democráticas iniciadas en lo que se conoció como la primavera árabe, el ascenso militar del grupo yihadista Estado Islámico, el apetito de los países de la OTAN y de pesos pesados de la región -Arabia Saudita, Turquía- por doblegar a una administración en cuyo territorio transita buena parte del comercio del crudo de Medio Oriente. Por si fuera poco, los múltiples conflictos domésticos dispararon en Damasco un éxodo de desplazados que hoy desestabiliza la política migratoria europea y zonal.

En este contexto, Francia y Rusia iniciaron bombardeos esta semana para, oficialmente, doblegar al ISIS aunque difieren, abiertamente, en sus objetivos. París, con un apoyo algo ambiguo de Washington, apuesta a derrocar al gobierno sirio para, una vez más, extender la zona de influencia de la OTAN en una zona rica en recursos energéticos. Por el contrario, un Kremlin fortalecido en su voz global desea apertrechar a un régimen históricamente aliado. Es lógico, Moscú posee en Siria tres enclaves militares estratégicos: una base naval en el puerto de Tartus, una base aérea en la ciudad de Latakia, más un centro de inteligencia en la urbe de Tel Al-Hara. Por lo tanto, la actual pulseada geopolítica entre Occidente y Rusia (donde Francia radicaliza su posición, mientras EE.UU. intenta tender ciertas líneas de diálogo con Moscú) en Siria cristaliza una colisión de modelos de intervención que vuelve a poner en primer plano la cuestión de la multilateralidad global. Una diferencia crucial entre la coalición internacional creada por Barack Obama para enfrentar al ISIS y la misión que inició Rusia es que la primera surgió sin contar con el apoyo del gobierno del presidente Bashar al Assad ni con el visto bueno del Consejo de Seguridad de la ONU. Sus acciones, por tanto, son ilegales e ilegítimas. En cambio, la fuerza aérea rusa está en Siria a solicitud de Damasco y en acuerdo con los gobiernos de Irán e Irak.

Además, la diplomacia del gobierno de Vladimir Putin realiza una especulación política tan simple como inquietante para sus intereses. Recapitulando, al oponerse a los intentos europeos y norteamericanos de derrocar a Al Assad, Rusia quiere clausurar toda posibilidad de un “cambio de régimen” sancionado por las instituciones internacionales, pues entiende que el siguiente objetivo de dicho “golpe o cambio de régimen” podría ser la propia Rusia. Un hecho que no parece de ciencia ficción. En la vecina Ucrania, Putin vio con sus propios ojos cómo la injerencia de la Unión Europea, más el poco tacto político de Kiev, terminaron fracturando al país en dos partes a pocos kilómetros de la ex gran madre soviética.

Pronósticos inciertos

La cuestión siria es una crisis geopolítica que se actualiza hora por hora. Cada noticia incorpora hechos que hacen aún más incierto el atolladero político-militar desatado. No sólo el Ejército ruso, cientos de tropas iraníes y milicianos del grupo libanés Hezbollah han hecho pie en los últimos días en territorio sirio, según consigna el matutino israelí Haaretz, para darle batalla a los grupos rebeldes opositores, muchos afines a Al Qaeda. En paralelo, la Fiscalía General de Francia anunció que investigará al presidente sirio por “crímenes contra la humanidad” gracias a información sensible aportada por un desertor del régimen. Un hecho que podría dotar de más legitimidad internacional una aceleración de la incursión aérea gala sobre Damasco. Si bien parecen piezas desencajadas, todos los acontecimientos conectan en la cada vez mayor escalada global del conflicto sirio. Como pocas veces desde el fin de la Guerra Fría, los principales actores estatales del sistema mundo chocan y miden fuerzas en un territorio sin un horizonte claro de resolución en el corto plazo.

Entrevista al Dr. Khatchik Derghougassian

Khatchik Der GhougassianMiradas al Sur entrevistó a Khatchik Derghougassian, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad de San Andrés y en la Universidad Nacional de Lanas, para conocer la opinión sobre el conflicto sirio de unos de los mayores expertos argentinos en Medio Oriente. En principio, Derghougassian considera que el plan militar norteamericano para doblegar al Estado Islámico ha fracasado rotundamente. “A Barack Obama no le fue bien con su estrategia en Siria. Fue un fracaso escandaloso. Recordemos que el grupo de rebeldes División 30, cuyo programa de entrenamiento había costado 500 millones de dólares al Pentágono, fue capturado el último 29 de julio, apenas entró a Siria, por los islamistas de Al-Nusra (un desprendimiento de Al Qaeda) con directa complicidad de Turquía, donde los islamistas radicalizados obtuvieron información de primer nivel. Además, en septiembre, el comandante de otro grupo entrenado por Estados Unidos renunció a su cargo. Mientras que, desde el Departamento de Defensa, se admitía que parte del equipamiento trasladado por combatientes a Siria fue, en realidad, entregado a formaciones islamistas, así como también un número indeterminado de estos combatientes habían desertado de sus rangos para sumarse al enemigo”, recuerda y contextualiza Derghougassian.

Sobre el creciente protagonismo militar ruso en Siria, el profesor de la Universidad de San Andrés estima que está cimentado, precisamente, en los vacilantes pasos dados por el Pentágono estadounidense en Damasco, donde Washington insiste en poner en práctica su “guerra inteligente” instrumentada por drones y nunca por soldados. “Es sobre el fracaso de la estrategia estadounidense que Rusia calculó subir la apuesta en Siria en particular, y en el Levante más en general. La retórica pública rusa fue endureciendo su tono desde que, a partir de julio y agosto, Estados Unidos concentró sus esfuerzos en Siria probablemente especulando con una mayor prudencia de Irán en su apoyo a Damasco para no arriesgar el acuerdo nuclear alcanzado. Por otro lado, la noticia más importante del desencuentro Obama-Putin en la última Asamblea General de la ONU ha sido el anuncio de Bagdad de un acuerdo entre Rusia, Siria, Irán e Irak de compartir inteligencia para combatir el Estado Islámico. El mensaje de la información difundida por el Ministerio de Defensa iraquí el último domingo es claro y significativo: no se confía en la seriedad de Estados Unidos para derrocar al Estado Islámico”, sostiene el especialista consultado por Miradas al Sur.

Cada capítulo de la crisis siria profundiza el carácter de los intereses estratégicos en juego entre Occidente y Rusia más sus aliados. Khatchik Derghougassian considera, por lo tanto, muy arriesgado hacer un pronóstico cerrado sobre la resolución de un conflicto cuyo elenco de actores estatales y religiosos es cada vez más nutrido. “Todo cálculo estratégico involucra riesgos y, al fin y al cabo, no es más que una apuesta. En este caso, la apuesta rusa pareciera ser la consolidación de una alianza con aquellos países que perciben una amenaza existencial en el Estado Islámico. Países que, no casualmente, forman parte de la llamada “creciente Shía”. Mientras tanto, Washington sigue enfrentando el dilema de, por un lado, querer a combatir al Estado Islámico y, por el otro, mantenerse comprometido con sus “aliados Sunni”.

Evidentemente, con la cuestión siria se está dibujando en el Medio Oriente una nueva línea de fractura en el balance de poder internacional y regional”, concluye Derghougassian.

Emiliano Guido/Miradas al Sur

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