Thedy Adjemian: “A la comunidad la veo mejor porque se está abriendo”

22 de octubre de 2019

Con un presente en activo en el arbitraje de handball, Thedy Adjemian comenzó jugando en Homenetmen para compartir tiempo con sus compañeros de secundaria. Fue docente y director del Colegio Mekhitarista y trabajó en el Ministerio de Educación de la Nación. “Somos Homenetmenagan de cuna”, dice cuando habla de su familia.

Thedy Adjemian es árbitro internacional de handball y desde este año ocupa el cargo de Jefe de Árbitros de América del Sur y del Centro. No se considera activo a nivel comunitario pero lleva su armenidad a todas partes.

—¿Cómo fue tu formación?

—Estudié en San Gregorio desde jardín hasta el secundario. Cuando terminé hice la carrera de maestro de primaria en el Normal 8, fue una experiencia muy buena. Durante algunos años fui maestro y director del Colegio Mekhitarista. Después de dejar la docencia, trabajé con el Ministro de Educación en 2008 Mariano Narodowski, y cuando tuvo que renunciar, me fui con él. Siempre estuve alrededor de una empresa familiar de la cual me fui hace cinco años. Romper con los mandatos familiares fue todo un tema en mi caso, fui un herido de los mandatos familiares.

—¿Cómo ves la educación?

—La experiencia que tuve trabajando en el colegio Mekhitarista tiene aspectos positivos y negativos que creo que deberían debatir o replantearse. Lo positivo es el ambiente de confianza en que se mueven porque generalmente se conocen todos. Lo que me planteo a nivel social es que en las escuelas armenias los padres tienen demasiada injerencia y participación. A mí particularmente no me gusta. El colegio es de los chicos, es un espacio de ellos. Cuando yo iba al colegio era “el hijo de…”, yo prefiero ser “el papá de…” y no que ellos sean “mis hijos”. Creo que a las escuelas armenias les falta un amplio espacio de debate. Me imagino que algún día se dará. Un debate acerca de hacia dónde queremos ir, hacia dónde vamos, qué somos, qué queremos, cómo queremos que salga un egresado de nuestra escuela. Porque, generalmente, cuando muestran un proyecto educativo nadie va a decir algo diferente, todos van a ser similares. Me gustaría que puedan decir cómo quieren que salga un chico desde que entra al colegio hasta quinto año, cómo va a ser un egresado del colegio. Que sea con hechos, que se pueda evaluar en el transcurso. Todas las escuelas tienen que poder abrir una mesa de debate y plantear qué quieren de esa escuela, si quieren ser clientelistas y darle el mando del proyecto educativo a personas que quizás no son las más idóneas para el cargo. Es muy difícil verlo pero creo que es una tarea de los directivos armar estas mesas para resolver esta pregunta: ¿cómo queremos que salga un egresado de la escuela?


Un objeto. El jachkar me representa totalmente, lo tengo tatuado. Soy muy creyente. Voy a la iglesia armenia y a la iglesia romana, soy devoto de San Ramón.

—¿Cómo fue la carrera en handball?

—Estaba en la secundaria y mis compañeros jugaban al handball, por eso arranqué en Homenetmen. Empezó como una curiosidad, porque la pasaba bien. En un momento me di cuenta que estaba más expectante de la tarea del árbitro que del juego en sí. Después de 4 años de estar jugando me plantearon de la federación que si quería dirigir en Primera División, tenía que dejar de jugar. Más allá del dolor que me daba tener que separarme de mis amigos con los que jugaba, me gustó el desafío para ponerme a prueba a mí. Dejar el ambiente 100 % armenio para enfrentar otra realidad. El arbitraje me hizo crecer mucho. Junto al Normal 8 y al Ministerio me hicieron ver otras realidades y convivir con mi armenidad todo el tiempo. A partir de ahí empecé a crecer dentro del arbitraje hasta llegar a dirigir mundiales. En 2008 dejé de dirigir y en 2013 empecé a capacitar árbitros, formé parte de la Comisión Panamericana de Árbitros y desde este año soy Jefe de Árbitros de América del Sur y del Centro. Esto fue como complementar mi parte docente con el arbitraje.

—¿Cómo es tu relación con la comunidad?

—El aspecto comunitario en mí es lo que tengo débil. Si bien la mayoría de mis amigos son armenios no participé en grandes aspectos comunitarios. Me gusta ayudar, siempre fui a Homenetmen pero no soy un participante activo en la comunidad. Llevo la bandera de la armenidad a todos los torneos que voy. Yo me siento más armenio que argentino, pero a nivel labor comunitaria la veo como un déficit de mi parte. En cambio para mi mamá, HOM fue y es su pasión. Para mí el club es la comunidad. A la comunidad en general la veo mejor porque se está abriendo. Con los riesgos que implica, abrirse es productivo. Me hace muy bien ver la incorporación de familias que no son 100 % armenias. Creo que pueden aportar sus riquezas, nosotros nutrirnos de ellas y viceversa. Siempre me gustó debatir la apertura de las instituciones y hoy lo celebro. A pesar de que muchas escuelas se abrieron por cuestiones económicas y no ideológicas, esto generó una apertura mental muy importante. En los torneos me fijo si hay armenios, ya sea jugadores o dirigentes y cuando me cruzo con alguno me doy cuenta que todos tenemos la misma matriz, comemos lo mismo, nos educaron igual, decimos las mismas frases, tenemos los mismos códigos compartidos.

—¿Cómo ves el rol de la Iglesia?

—Fui monaguillo muchos años. Creo que la iglesia armenia tiene la deuda de acercarse más a la gente, a los jóvenes y deberían replantearse cómo poder convivir y mejorar la comunicación con ellos. En mi época de secundaria le teníamos más respeto a la autoridad y hoy está en plena mutación. Creo que la iglesia no sabe cómo acercarse a los jóvenes y la brecha en la mentalidad es tan grande que un chico no ve el porqué acercarse a un cura que en muchos casos es una figura sanadora y consejera. Acá también hace falta un debate serio y tenemos dirigentes con quienes hacerlo. La llave está en las nuevas generaciones. Hay que dejar los intereses personales institucionales de lado y trabajar mancomunadamente debatiendo y sin hipocresía.

Sofía Zanikian
Periodista
sofi.zanikian@outlook.com

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