Entrevista con Baykar Sivazliyan, presidente de la Unión de los Armenios de Italia

“Turquía intenta evitar el "peligro" del reconocimiento del genocidio armenio en su centenario”

17 de abril de 2015

Baykar-Sivazliyan,Es Presidente de la Unión de los Armenios de Italia y miembro del comité internacional que organiza la conmemoración del centenario del Genocidio Armenio. Baykar Sivazliyan nació en Estambul en 1953, en una familia, que como él mismo subraya, “fue sobreviviente del primer genocidio del siglo XX. Mis abuelos paternos -dice- provenían de la ciudad de Sivas (la antigua Sepastia), y los maternos, los Pehlivanyan, de la ciudad de Erzurum (Garin en armenio), en Anatolia”.

En 1915 el gobierno otomano ordenó y organizó la masacre de uno de los pueblos más antiguos que habitaban las tierras de la moderna Turquía, en tres años murieron un millón y medio de personas mientras que ochocientos mil sobrevivientes se vieron obligados a abandonar sus tierras. Después de las represalias contra los griegos en 1955 y del golpe militar de 1960, las minorías de Turquía corrían de nuevo un serio peligro por lo que en 1966 los padres del joven Sivazliyan decidieron que viajara solo a Venecia, a estudiar en el Colegio Armenio de esa ciudad.

Sivazliyan terminó la escuela secundaria y posteriormente estudió lenguas orientales de la Universidad Ca ‘Foscari. Fue profesor de armenio en la Universidad Estatal de Milán y posteriormente, durante varios años, impartió lengua turca en la Universidad de Lecce.
En 1984, un Decreto Presidencial firmado por el general de triste recuerdo, Kenan Evren, cerebro del cruento golpe de Estado de 1980, le privó de su ciudadanía natal lo que fue confirmado por el primer ministro, Turgut Ozal, y su Gabinete en pleno.

El Genocidio Armenio es una historia vergonzosa pero sin embargo poco conocida. ¿Si le preguntásemos quiénes y por que decidieron ese genocidio?

Para 1900, la situación del Imperio Otomano se deterioraba rápidamente. La Rusia zarista necesitaba garantizar una salida al Mediterráneo, mientras que Francia y Gran Bretaña estaban muy interesadas en mantener el control estratégico de las vías de comunicación hacia el Lejano Oriente. Al Imperio en declive se le denominó entonces “el hombre enfermo”, pero los que lo velaban en su cama estaban más preocupados por asegurarse la mayor parte de su herencia que de su estado de salud. Un grupo de militares nacionalistas comenzó a pensar en salvar al imperio tras perder grandes e importantes territorios en los Balcanes y la Península Arabe.

Estos jóvenes militares fundaron en Salónica el Comité “Ittihat ve Terakki” (Unión y Progreso). Su objetivo: salvar la parte de imperio habitada en su mayoría por turcos. Un territorio que se corresponde más o menos a la actual República de Turquía. Pero había un problema, toda la parte oriental de esta zona estaba habitada por dos pueblos originarios que compartían el mismo territorio desde al menos 3.000 años, los armenios y los kurdos. Estas dos poblaciones fueron percibidas entonces como una fractura en la idea pan-turca de continuidad en tiempo y espacio, una idea que llegaba hasta el Asia Central, pues hasta allí habitan pueblos turcomanos, de habla turca. La mente perversa de estos nacionalistas genocidas inventó la posibilidad de utilizar a unos como mano de obra para el trabajo sucio en contra de los otros, por lo que bandas armadas de kurdos, comprados con la promesa de que podrían apropiarse de las riquezas de los armenios asesinados aceleraron las operaciones del genocidio. Entre 1915 y 1923 murieron un millón y medio de armenios, el resto, alrededor de ochocientos mil, se dividió en dos partes, una fue desplazada hacia el Cáucaso y la otra hacia el oeste. Este fue el primer genocidio del siglo XX.

Los armenios fueron identificados como “enemigos” en este momento histórico, en realidad no solo por el Imperio Otomano, sino también por las potencias occidentales, debido a que los armenios eran la única oportunidad de reconstruir el Imperio sobre otras bases diferentes: una cultura compartida, una economía práctica y local, sin necesidad de injerencia de los países occidentales. Estas ideas chocaban evidentemente con los intereses de los nacionalistas, pero también con las de los europeos en general. Estos dos intereses, aparentemente distantes, vieron en los armenios un obstáculo para sus proyectos.

¿Y cuál se puede decir que fue el papel en estos hechos de Kemal Ataturk?

Mustafá Kemal era un nacionalista como los tres principales líderes del genocidio, Enver, Talaat y Djemal Pasa. Desarrolló su carrera militar en los Balcanes, en Macedonia. Durante los años de la masacre combatió en el frente occidental en contra de las fuerzas aliadas; al final de la I Guerra Mundial, al darse cuenta de que tenía el poder en sus manos, decidió dejar escapar a los más altos responsables del genocidio, que se fueron a Malta, y más tarde a Roma y Berlín. Hasta el final de sus días, los asesinos disfrutaron de un salario proporcionado por las embajadas turcas en estos países. En 1919, después del armisticio, el tribunal militar de la Turquía otomana condenó a muerte a todos los responsables de la masacre de los armenios, sin embargo Mustafá Kemal no aceptó estas condenas a las que consideró un interferencia de los aliados, que en esos mismos años ocupaban Constantinopla, la antigua capital del Imperio Otomano.

Turquía sigue manteniendo una actitud de negación del genocidio y de provocación, el gobierno turco anunció que el próximo 23 y 24 de Abril (fechas del inicio oficial del genocidio con la firma de la ley de deportación) va a organizar un acto en recuerdo de la batalla Gallipoli. Ha invitado al mismo a más de cien jefes de Estado, entre ellos al actual Presidente de Armenia, Serge Sarkissian. ¿Cómo valora estos hechos?

Turquía en el último año ha hecho todo lo posible para evitar el “peligro” de un reconocimiento del genocidio de los armenios, incluso inventar una fiesta que no existe. La victoria de Gallipoli siempre ha sido recordada en el mes de marzo, y por alguna razón este año, justo el año del centenario del genocidio, la fecha se ha cambiado para abril.

Creo que es una broma de mal gusto que Turquía haya invitado al presidente de Armenia a las celebraciones. Considero esto un acto de provocación y una grosería. Lo cual no es nuevo, ya el año pasado año el señor Erdogan ofreció sus “condolencias” a los armenios. Es decir, primero te mato, después dejo pasar cien años y entonces te ofrezco mis “condolencias”. El millón y medio de armenios muertos no fallecieron en un accidente automovilístico. Un país grande como Turquía no debería tener miedo de su propio pasado.

Afortunadamente la sociedad civil turca hoy en día está un siglo por delante de su propio Estado, tanto en lo que respecta a este tema como a otros trapos sucios que se guardan en el armario de la historia turca. Mientras no haya un pronunciamiento claro sobre la responsabilidad del Estado turco en el genocidio de los armenios, me temo que hablar de relaciones normales seguirá siendo un eufemismo.

Antes, sólo la diáspora armenia planteaba ésta cuestión, pues la República Socialista Soviética de Armenia no podía tener su propia política exterior. Pero desde hace casi 25 años, Turquía está obligada a mantener fronteras con un estado soberano armenio, y no con los diferentes y dispersos grupos de la inmensa realidad de la diáspora armenia. Creo francamente que es más fácil tener un único interlocutor serio e incluso más “sereno”, porque no es el resultado directo del genocidio, como es la diáspora.

Por desgracia, el cierre de fronteras y la ausencia de relaciones diplomáticas no pueden ser considerados gestos de reconciliación.

¿En estas actitudes pueden influir las ambiciones de Erdogan de transformar la actual Constitución turca y convertirse en un Presidente con amplios poderes?

El deseo de transformar la República de Turquía en una república presidencial, por supuesto que es un asunto interno de Turquía. Yo como ex ciudadano de Turquía querría haber trabajado a favor de una República Federativa, un proyecto que podría ser también el sueño de otras naciones que comparten el territorio turco.

Uno de cada tres ciudadanos de Turquía es de origen kurdo, Erdogan haría bien en preguntarles su opinión. La democracia tiene sus propias reglas, a veces pueden ser incómodas y en ese sentido por ejemplo, recientemente, he escuchado ideas y propuestas muy plausibles y aceptables por parte del copresidente del HDP (Partido de la Democracia del Pueblo), Selahattin Demirtas.

Europa parece haber mantenido una posición inconsistente respecto al reconocimiento del genocidio armenio

Europa últimamente no tiene una posición coherente sobre los temas de actualidad, por lo tanto tampoco en este que es un asunto delicado donde digamos que no se expresa de una manera decente, de lo contrario los responsables del genocidio no habrían podido evitarlo durante 100 años. Hace algunas décadas, el presidente de una comisión parlamentaria italiana que se ocupaba de Oriente Medio, frente a mis peticiones urgentes de hacer algo sobre la Cuestión Armenia, me dijo con gran “sinceridad” que su principal preocupación era cómo colocar las camisetas de una conocida empresa italiana en Turquía y no atender a un millón y medio de muertos de hace un siglo.

¿Y la actitud de los Estados Unidos?

La posición de los Estados Unidos depende del momento. En el pasado, los Estados Unidos eran mucho más coherentes y valientes. Después de la I Guerra Mundial el presidente Woodrow Wilson dibujó un mapa de la nueva Armenia que permaneció en los archivos del Congreso de Estados Unidos. El presidente Ronald Reagan, en los años 80, pronunció la palabra “genocidio” en una conmemoración del 24 de Abril, sus sucesores, cuatro desde entonces, no han tenido la dignidad civil de utilizar esa palabra que fue acuñada precisamente durante el estudio del caso de Armenia, inmediatamente después de la II Guerra Mundial, a instancias de las Naciones Unidas, por el jurista judío-polaco Raphael Lemkin.

¿Cuál va a ser el sentido de la conmemoración que organiza el Comité Internacional, qué tipo de iniciativas tienen previstas?

El 2015 no es un punto de llegada para la “armenidad” en su conjunto, creo que es más bien un punto de partida con una nueva conciencia. En esta ocasión queremos mostrar al mundo que el genocidio fracasó. Los armenios todavía están allí. A través de nuestra cultura queremos sensibilizar a nuestros amigos y hacerles entender que si el genocidio hubiera tenido éxito ellos también hubieran perdido una pieza de su civilización. Una de las exposiciones que habla precisamente de este deseo de los armenios es la organizada en Roma, en el Vittoriale, y que estará abierta hasta principios de mayo, se titula “Los armenios: la gente del Arca.”

¿Qué se hará en la República de Armenia este año?

Aparte del día de duelo y conmemoración el 24 de Abril, será todo un año de alegría. El año del renacimiento, a pesar de lo que hemos pasado estamos allí, todavía somos capaces de cantar, bailar y recordar con respeto a nuestros muertos, que han sido un ejemplo de coherencia y fuerza para sobrevivir.

¿Cómo evitar que la memoria del genocidio se pierda en la Diáspora con el tiempo?

La diáspora es resultado directo del genocidio. Es consciente de la importancia de la memoria. El victimario ha intentado enviar al olvido nuestra tragedia, no lo ha logrado. Lo siento por la generación más joven de turcos que están oprimidos por una responsabilidad que les pertenece sólo indirectamente, deben ser valientes al enfrentarla. Hoy en día hay una nueva generación de armenios que es más libre y ha tenido tiempo para procesar y metabolizar su duelo, está dispuesta a compartir con la juventud turca su experiencia positiva.

La pelota está en el campo del oponente

Me hace sonreír oír a algún máximo gobernante de la Turquía de hoy hablar de la necesidad de crear un comité de historiadores para comprender el genocidio, en todo caso será una necesitad de los turcos, yo no necesito documentos de archivo para conocer la tragedia vivida por mi familia, la memoria de mis abuelos y mis padres para mí es suficiente.

 

José Miguel Arrugaeta
Orsola Casagrande
Rebelión

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