Turquía se piensa como potencia y apadrina a Azerbaiyán en la opresión del pueblo armenio de Artsaj

07 de diciembre de 2022

Turquía se percibe como una potencia regional y está dispuesta a jugar el juego geopolítico que eso implica. Recientemente, en su discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas ha pedido reformar el Consejo de Seguridad reclamando por la incorporación de Turquía al mismo.

Los acontecimientos militares en Europa del este le permiten a Turquía mantener una política exterior activa, de alto perfil, ambiciosa y con poder de fuego. Erdogan viene mostrando una voluntad creciente de influir en las cuestiones geopolíticas de su región. Pese a sus dificultades económicas tiene una capacidad media para lograr sus objetivos. A mayor capacidad mayor será su poder de influencia. La estrategia turca que algunos denominan neo-otomanismo se relaciona con sentir y creer que pueden y deben influir en lo que eran los viejos territorios imperiales que, obviamente, van más allá de su frontera actual. Por ende, encontramos injerencia turca tanto en el Cáucaso, como en diversos espacios donde se vincula desde lo étnico y lingüístico, hasta, lo más primitivo basado en resabios del autoritarismo imperial. Esta búsqueda ha llevado a Turquía a involucrarse (ya sea como mediador o como parte) en el conflicto Israel-Siria, Israel-Palestina, Rusia-Ucrania, en la crisis siria, en la crisis libia, en el conflicto armenio-azerí o en su puja con Irán por influenciar los asuntos regionales.

Erdogan ha sabido usufructuar la necesidad ajena para llevar a cabo una política exterior capaz de convertir el riesgo en oportunidad. Con su accionar y gracias a su ubicación estratégica Turquía ha logrado ser un actor necesario, bisagra entre oriente y occidente y sacar rédito de ello; ya sea por el futuro de Siria, la reapertura de negociaciones de paz entre Kiev y Moscú o por el ingreso de Suecia y Finlandia a la OTAN.

Respecto del conflicto armenio-azerí, la parte turca ha ignorado sistemáticamente la opresión de los armenios étnicos en el territorio de Nagorno-Karabaj controlado por Azerbaiyán. De acuerdo a Garib Babayan, director del Centro Independiente Armenio de Estudios Estratégicos, Ankara no sólo ignora sino que fomenta la persecución y la expulsión del pueblo armenio de la República de Nagorno-Karabaj, sustituyéndolo por sus propios ciudadanos y combatientes de Oriente Medio.

La organización terrorista radical turca Lobos Grises tomó la iniciativa de crear una escuela en Shushi, bajo el nombre de Fundación Cultural y Educativa Ulku Ocaklari. Además, Turquía se comprometió a abrir su propio consulado en el asentamiento. Babayan señala con preocupación que: "El hecho es que varios miles de combatientes del ISIS, que Ankara llevó a Karabaj durante los 44 días de guerra para luchar en la punta del tándem turco-azerbaiyano, no se fueron y se quedaron allí. Para darles algún tipo de 'legitimidad', las autoridades turcas decidieron expedirles la ciudadanía turca y pasaportes, y el consulado en Shushi servirá a sus intereses".

Lobos Grises (en turco: Bozkurtlar) es una organización racista, xenófoba, paramilitar de extrema derecha nacionalista originaria de Turquía y ligada al Partido del Movimiento Nacional (MHP), fundada por Alparslan Türkeş en 1961. En noviembre de 2020 fue prohibida en Francia, por promover “la cacería de armenios”. Es considerado grupo terrorista por la Unión Europea. Preconizan una vuelta a los orígenes de las tribus turcas de las remotas estepas euroasiáticas, todo ello dentro de una afiliación política de extrema derecha y neofascista. Al panturquismo étnico que promueve le agregó la fusión con el islamismo. Actúa promoviendo violencia y asesinatos en diversos países tales como: Azerbaiyán, China, Chipre, Rusia, Siria, Austria, Bélgica, Francia, Alemania, Países bajos, Libia, entre otros.

La denominada “Declaración de Shusha” (Shushí), firmada por Turquía y Azerbaiyán, reafirma la alianza bilateral turco azerí.

El mandatario de Azerbaiyán señaló que la “Declaración de Shusha” es una garantía de cooperación futura entre los dos países. Aliyev recordó que el presidente Erdogan ha declarado un apoyo claro y abierto a Azerbaiyán desde el comienzo de la Batalla de Karabaj y expresó: "Vimos la solidaridad del pueblo turco en la guerra. Nunca olvidaremos el apoyo de Turquía". Asimismo, en la declaración se señaló que la apertura del corredor Zangezur que conecta Turquía y Azerbaiyán y el ferrocarril Nakhichevan-Kars contribuirán al reforzamiento de las relaciones bilaterales.

Declaración de Shushí.

Es probable que la declaración de Shushí y la profundización del vínculo turco-azerí sean el preludio de una mayor desestabilización en el Cáucaso sur. Las necesidades geoestratégicas de ambos suponen una ruptura del actual status quo y por ende una escalada de la conflictividad de la región.

Por su parte los europeos critican a Putin pero abrazan a Aliyev, declarándolo “socio energético crucial”. La Unión Europea y Azerbaiyán han firmado, en junio 2022, un acuerdo para duplicar el suministro de gas natural hasta los 20.000 millones de metros cúbicos anuales en 2027. Se hará a través del corredor del sur, que conecta el país con el mercado comunitario europeo a través de Turquía, un proyecto conjunto entre Bruselas y Bakú inaugurado en 2018, que se nutre fundamentalmente de yacimientos del mar Caspio y conecta con Europa.

El presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev, saluda a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en Baku.

Turquía se promociona como garante de la paz pero sin embargo nada dice sobre las numerosas provocaciones de Bakú en la frontera armenio-azerí. Según diversos analistas políticos armenios, con la aprobación tácita de los dirigentes turcos, Azerbaiyán pretende expulsar definitivamente a los armenios de Nagorno-Karabaj, incluso organizando sabotajes en la línea de contacto durante el conflicto.

En un conflicto la victoria no es sólo militar. El peligro que se señala es que, actualmente, la presión de Azerbaiyán sobre Armenia tiene como objetivo "aplastar moralmente" al rival. Poco a poco, la ocupación de Karabaj es útil para la propaganda; podemos decir: ¡hemos ocupado tal o cual montaña, hemos liberado tal o cual pueblo! Bajo esta presión, Ereván, según el plan de Bakú, debe resignarse a la derrota, a su propia impotencia y a la soledad en el mundo. El país, moralmente roto, aun conservando su independencia formal, se convertirá en un vasallo de Azerbaiyán y de su padrino: Turquía.

Ese es el camino trazado que el pueblo armenio deberá evitar transitar.

Ashot Ohanes

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