Un pueblo que está dándole una lección al mundo

24 de octubre de 2020

Razonar y no dejarse llevar por las emociones. Analizar fríamente y calcular. Es lo que la lógica manda en momentos críticos y decisivos.

Pero hoy no queremos simplemente razonar, queremos también dejarnos llevar por la emoción que sentimos. Hoy no queremos analizar con la mirada fría del comentarista. Para eso están los expertos en estrategia política, en relaciones internacionales y algunos parlanchines que en las redes sociales juegan a los soldaditos o al estratego.

Lo que hoy queremos es:

Homenajear en todo el sentido de la palabra a nuestros Héroes de la Nación, jóvenes conscriptos de 18, 19 y 20 años, oficiales, reservistas y voluntarios que han dado lo más sagrado, la vida, en defensa de la patria. A todos ellos cuyos nombres y fechas de nacimiento aparecen todos los días en nuestras pantallas, en listas que nos parecen interminables…

Honrar a las madres y los padres de esos jóvenes caídos en servicio, por la entereza y la sabiduría que demuestran aún en el momento más trágico de su vida: la pérdida irreparable de un hijo.

Señalar el ejemplo de los niños que recolectan dinero para “los soldados” en Artsaj. De las jóvenes, madres y abuelas que teniendo a novios, maridos, hijos y nietos en el frente, no se encierran a lamentarse sino que ayudan diariamente con todo lo necesario, desde la preparación del pan hasta la confección de impermeables que muy pronto serán necesarios para los combatientes.

Expresar nuestra profunda emoción al ver a la mujer armenia no sólo en las tareas de apoyo sino en el mismo frente de batalla… Al ver a los veteranos de la guerra de 1992 hoy voluntarios junto a sus hijos y nietos. La foto abuelo-padre-hijo, tres generaciones juntas en el frente, lo dice todo…

Recordar que es deber de todo armenio –en la madre patria y en la diáspora- preguntarse qué ha aportado, material y moralmente, a la lucha que sólo unidos lograremos ganar.

Decirles a los políticos “profundamente preocupados”, secretarios generales, escribas y fariseos de los organismos internacionales y de las supuestas alianzas para la seguridad, que no necesitamos de sus hipócritas declaraciones vacías de contenido. Que lo menos que pueden hacer es llamar a las cosas por su nombre. Que si sus intereses políticos no les permiten calificar como tales al agresor y al genocida, mejor que callen. ¡Basta ya de palabras huecas y lágrimas de cocodrilo!

Manifestarle al mundo entero que el plan genocida turco del siglo XXI es una continuación histórico-política del anterior. Que toda una nación está alerta y en pie defendiendo el derecho a vivir en su patria. Que un pequeño territorio armenio de 150 mil habitantes llamado Artsaj, una pequeña república de 3 millones de habitantes llamada Armenia y millones de armenios dispersos en el mundo desde Alaska hasta Río Gallegos y desde Suecia hasta Australia, están librando -102 años después- un nuevo Sardarabad contra el mismo turco, que ahora recluta también a mercenarios… Una lucha por sobrevivir a la que ya estamos acostumbrados desde antaño y de la que hemos salido y saldremos nuevamente airosos.

Reclamar por la imperiosa necesidad del reconocimiento internacional de la República de Artsaj en base al derecho de autodeterminación de los pueblos, con el objetivo de que sus habitantes dejen de ser víctimas de un estado vecino que sólo pretende vaciar esa región de su población autóctona para luego anexionarla utilizando el manto legal del derecho de integridad territorial. Aquí no se trata ya de una “disputa territorial en la que ambas partes se acusan mutuamente” como repiten hasta el cansancio las agencias de noticias occidentales, sino de la necesidad de impedir una nueva “limpieza étnica”, eufemismo de esas mismas agencias para no utilizar la palabra genocidio.

Reconocer que Rusia, Francia y los EE.UU. son los únicos países que PUEDEN y DEBEN poner definitivamente freno a la política esquizofrénica, panturquista y genocida de Erdogan. Porque más allá de lo coyuntural, lo que está en juego –y en peligro- son sus propios intereses geopolíticos y estratégicos permanentes. Lo trágico es que mientras la diplomacia avanza a paso de tortuga, decenas de civiles inocentes y soldados caen a diario…

Destacar por último y por sobre todas las cosas, que el pueblo armenio no se amedrenta ante un enemigo más numeroso y mejor equipado. Más claro y directo, que los tiene bien puestos y que desde hace un mes está dándole al mundo una lección de lo que eso significa.

Ricardo Yerganian

Exdirector del Diario Armenia

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