Una noche de música y de compromiso político con Armenia en la Asociación Cultural Armenia

02 de junio de 2024

La Asociación Cultural Armenia fue el escenario de una velada que combinó la belleza de la música con una reflexión profunda sobre la difícil situación que está pasando la armenidad. El evento, que contó con la participación del Coro Nor Arevakal de la Institución y el talentoso guitarrista franco armenio Laurent Boutros Der Hagopian, se enriqueció con un discurso de fuerte contenido político del Gomidé Aram Manukian de la FRA-Tashnagtsutiún.

El acto se realizó el 31 de mayo con una asistencia de público mayor a la esperada, en el marco de la celebración de las gestas de liberación que protagonizó el pueblo armenio en el mes de mayo: la batalla de Sardarabad (1918) y la liberación de Shushí (1992).

Con la locución de Sofía Rau Donikian, la noche comenzó con la presentación del coro Nor Arevakal bajo la experta dirección de la Profesora Rosalba Onikian, quienes, en una formación reducida,  deleitaron al público con una selección de canciones tradicionales y piezas corales clásicas que evocaron la rica historia y cultura argentino-armenia.

Se interpretó “Dzidzernag (Golondrinas), Agüita del Río (arreglos del Maestro Jan Almouhian), Nada (tango) y Yerk Chahelutian, una obra coral que conmovió a los presentes por su potencia y belleza.

Otro momento mágico llegó con la presentación del talentoso guitarrista Laurent Boutros Der Hagopian, quien ofreció un concierto lleno de virtuosismo. Su repertorio incluyó una variedad de piezas, la mayoría con arreglos del propio guitarrista, que iban desde Charles Aznavour hasta Atahualpa Yupanqui enumerados al final de la nota. La combinación de la guitarra y la potencia vocal de Valeria Cherekian en dos temas creó un ambiente único a lo que se sumó la sutil danza de Julieta Cruzado en una canción. (los temas y sus autores en el recuadro de abajo)

El momento álgido de la noche llegó con las palabras de Melkón Karamanian, quien realizó una fuerte crítica al Gobierno del primer ministro Nikol Pashinyan: “Ser electo no es la única condición que hace legítimo el ejercicio del poder”, enfatizó. “En una República también es necesario atenerse al proyecto de nación que encierran sus dos textos fundadores: la Declaración de la Independencia y la Constitución”, agregó y denunció que justamente son los dos programas que tanto el presidente de Turquía Recep Tayyip Erdogan y el de Azerbaiyán Ilham Aliyev están exigiendo que se abandone.

En otro tramo, sostuvo que “perdiendo palmo a palmo los espacios soberanos que garantizan su defensa y seguridad, Armenia se encamina a ser la «Franja de Ereván»”.

“El gobierno se comporta como una fuerza de ocupación de su propio país. Descuida las fronteras, pero satura de tropas las calles y plazas de las ciudades y pueblos. Aun cuando hayan sido las campanas de las iglesias las que sonaron aquél lejano 28 de Mayo, a Karekin II se le niega el acceso al monumento de Sardarabad, de forma vulgar, inapropiada y autoritaria. Ya nada es sagrado en Armenia y hasta el Catolicós sufre el acoso de las fuerzas represivas”, agregó en un encendido discurso.

Vanesa Simsir, desde la organización del singular evento, expresó a Diario ARMENIA que “el acto fue una demostración de cómo la música y la palabra pueden unirse para crear momentos de belleza y reflexión que enriquecen nuestra comprensión sobre la compleja situación por la que atraviesa Armenia. También, los desafíos que debe afrontar la diáspora a la que se pretende separar de la madre patria. Hoy más que nunca debemos fomentar el pensamiento crítico y la participación activa en la vida comunitaria”.

Texto completo de las palabras del representante del Gomidé Aram Manukian (Buenos Aires)
Cuando llegan a su fin, los imperios son peligrosos.
Todas las arbitrariedades acumuladas durante décadas y siglos estallan en ese momento. Sus territorios, hasta entonces gobernados con ecuánime despotismo, se vuelven hostiles.
Así pudieron comprobarlo los súbditos armenios del Sultán Otomano en 1915, que habitaban un extenso y rico país que hoy simplemente se llama Turquía. Los armenios soviéticos que en 1988 vivían en las ciudades de Bakú y Kirovabad llegaron a una conclusión semejante, lo mismo que los pobladores del «Montañoso Jardín Negro», policromático nombre que Stalin dio a una región que no colocó bajo la administración de Armenia Socialista Soviética, sino en las manos de los camaradas de Azerbaiyán.
Cuando se derrumba un imperio, empieza la violencia y los postergados no se llevan la mejor parte. En el 18, y a fines de los 80, el pueblo armenio fue colocado frente a una disyuntiva terminal: resistir o desaparecer.
Declarar la independencia de Armenia y la de Artsaj, fue la única alternativa para hacer frente a exterminios largamente planificados por las usinas del pensamiento genocida.
El pueblo armenio se debe su libertad a sí mismo, a su acción revolucionaria y patriótica. En esos tiempos, los armenios fueron audaces y, a pesar de encontrarse en inferioridad de condiciones, tomaron las armas y resistieron.
La República de Armenia nació de los llanos de Sardarabad, Pashabaran y Garakilisé; la de Artsaj, de las escarpadas laderas de las montañas en Shushí. Además, asegurar la libertad en Artsaj fue crucial para la seguridad y defensa de Armenia tras la recuperación de la independencia.
El pueblo armenio no alcanzó la libertad como resultado de azarosas y felices coincidencias. Desde afuera, nadie la patrocinó, la promovió o la hizo realidad. Por eso, nuestro acto de esta noche es un homenaje a la valentía de ese colectivo que le hizo frente a los estrategas del horror y conformó un estado como única alternativa frente a la amenaza de desaparición.
También hubo música en esos felices días de mayo, en que se produjo la liberación del pueblo armenio: los anhelos de una nación se habían hecho realidad.
Pero no es fácil reunirse a hablar de esas conquistas en estos tiempos. Hace cuatro años, la manivela volvió a girar y la morsa hoy hace crujir esa figura de cartón dorado que el primer ministro de Armenia exhibe en presentaciones televisivas. La llama «país», pero es otro mapa caprichoso, como el que alguna vez dibujó Stalin con Artsaj.
Así, perdiendo palmo a palmo los espacios soberanos que garantizan su defensa y seguridad, Armenia se encamina a ser la «Franja de Ereván».
Armenia es el campo de refugiados de los más de cien mil artsajíes que fueron desplazados de sus hogares. Artsaj, por su parte, es el jardín negro de los colonizadores azerbaiyanos. Y mientras los pobladores de Tavush dejan atrás hogares en llamas, los de Stepanakert se preguntan si será posible ejercer su derecho al retorno con garantías de seguridad internacionales.
Los calabozos de Bakú rebalsan de prisioneros armenios y los líderes de Artsaj permanecen secuestrados por defender la independencia de la patria, sin que nadie alce la voz por ellos. Como si esto no fuera suficiente, el gobierno de Ereván paga más por un policía que por un soldado y la represión arrecia sobre manifestantes de la oposición que piden el fin de las humillaciones y de las entregas ilegales de sus tierras de cultivo y pastoreo a los genocidas.
El gobierno se comporta como una fuerza de ocupación de su propio país. Descuida las fronteras, pero satura de tropas las calles y plazas de las ciudades y pueblos.
Aun cuando hayan sido las campanas de las iglesias las que sonaron aquél lejano 28 de Mayo, a Karekin II se le niega el acceso al monumento de Sardarabad, de forma vulgar, inapropiada y autoritaria.
Ya nada es sagrado en Armenia y hasta el Catolicós sufre el acoso de las fuerzas represivas.
Mientras tanto, en la diáspora, la difícil tarea de resistir se sostiene a pesar de la falta de reconocimiento del crimen de genocidio por parte del estado turco y sin la asistencia del programa de reparaciones que merecen nuestras comunidades luego de más de un siglo de sostener el proyecto identitario armenio a cientos, o miles, de kilómetros de distancia de los pueblos y ciudades en que se originó.
Lejos de eso el presidente de Turquía convocó nuevamente a su par armenio a romper los vínculos con la Diáspora.
Nunca fue más difícil concebir un futuro para la nación armenia y por eso es más necesario que nunca.
Sostenemos, entonces, que si el gran colectivo armenio pretende resistir la presión que hoy soporta, no lo podrá hacer mendigando un «certificado catastral» a los genocidas, sino afirmándose en sus ideales de libertad e independencia.
Si en el emblema de la República de Armenia no cabe el Ararat y sus libros de Historia son demasiado gruesos; si la superficie de su territorio es provisoria y en su Constitución no hay sitio para Artsaj; si la diáspora recuerda mucho y la cifra de sus muertos es exagerada; hay que preguntarse: ¿qué es lo que verdaderamente sobra en Armenia, todo esto o los gobernantes que no son fieles al legado de los héroes de Sardarabad y de Shushí?
Ser electo no es la única condición que hace legítimo el ejercicio del poder. En una República, también es necesario atenerse al proyecto de nación que encierran sus dos textos fundadores: la Declaración de la Independencia y la Constitución. Por eso, desde esta comunidad remota de la diáspora armenia, reafirmamos nuestro compromiso con esos textos fundantes. ¡Y que se sepa!
La declaración de independencia invoca el pronunciamiento conjunto «de diciembre de 1989 sobre ‘Reunificación de Armenia con la Región del Montañoso Karabaj’». ¡Por eso Alyev pide que se modifique!
¡Se tiene que saber! El Artículo 4° de la Declaración de la Independencia dice que «Los armenios de la diáspora tienen derecho a la ciudadanía armenia”. Según esta norma, todos somos parte de una misma identidad, de una misma nación. Y también dice que “Los ciudadanos de la República de Armenia se encuentran bajo la protección y ayuda de la República».
Entonces, ¡es intolerable que la gente siga incendiando sus hogares antes de cada entrega que el primer ministro acuerda con Azerbaiyán! ¡Que se sepa!
El artículo 6° de la Constitución dice que «La riqueza nacional de la República de Armenia, sus tierras, el espacio aéreo, el agua, y otros recursos naturales, así como la riqueza económica e intelectual, y su legado cultural, le pertenece a su pueblo». No le pertenece a las potencias invasoras!
¡Se tiene que saber! El Artículo 11 de la Declaración de la Independencia dice que «La República de Armenia toma posición en favor de la tarea de lograr el reconocimiento internacional del genocidio cometido en 1915 en la Turquía Otomana y en Armenia Occidental».
Todo esto hay que decirlo públicamente, porque es este programa constitucional el que Erdogan y Alyev están pidiendo que se abandone. Es por apoyar este programa que a nuestro Catolicós se lo expulsa de los llanos de Sardarabad, profanando tierra sagrada.
Es por este programa que se moviliza el “Movimiento Tavush por la Patria”, liderado por el arzobispo Bagrat Galstanyan, mientras sufre ilegal represión en las calles de Ereván.
Y es por este programa que vamos a seguir trabajando en la diáspora, este es nuestro compromiso, con estos principios y mandatos, con el pueblo armenio, con el sacro Ararat, con la milenaria Aní, con el infinito lago Van.
Por eso ¡Viva Armenia Libre, Unida e Independiente!
¡Viva la República de Artsaj!
¡Libertad para los prisioneros armenios de las cárceles de Bakú!
¡Fuera genocidas de Artsaj!
¡Fuera genocidas de Tavush!
Y otra vez ¡Mah gam azadutiún!


Temas interpretados por Laurent Boutros Der Hagopian en guitarra

Danza de Anahit, de Aram Merangulian; Nazaní, de Sayat Nová; Journal d´Istikal, de L. Boutros; Garod, tema popular armenio interpretado con Valeria Cherekian en voz; Vals for Atom, de L. Boutros; Y por tanto, Ils sont tombés, Cómo dicen y Je m'voyais déjà, De Charles Aznavour; Alfonsina y el mar, de Ariel Ramírez, con Valeria Cherekian en la voz y danza a cargo de Julieta Cruzado; Malquistao y Danza del maíz maduro, de Atahualpa Yupanqui.

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