Una promesa y un homenaje

27 de julio de 2020

Pensar y tomar la decisión de preparar este viaje era una necesidad y una idea constante en mí. Lo sentía. Fue en febrero del 2019, cuando lo pude poner en palabras y contagie las ganas de empezar a soñarlo.

Mis padres, mi hija Sofi, mi sobrino Agustín y yo nos enamoramos de la idea y nos aventuramos a proyectarlo. Fue así que juntos lo pudimos concretar y en julio de ese año aterrizamos en Beirut. Las emociones nos traspasaban a todos. Líbano/Beirut, esa curiosidad de entender su verdadera y dura historia contada en primera persona por cada enguer y engueruhí.

El encuentro por primera vez con la familia, conocer esos vínculos y rostros que llevan tu misma sangre es muy fuerte. Իմ ընտանիքս (mi familia). Saborear cada comida, esos surdj (cafés) acompañados con largas y nutridas charlas con aquellos amigos que Homenetmen y la FRA te brinda es hermoso y gratificante. Tener esos Guenadzt (brindis) tan apasionados, llenos de vida fue un privilegio. Cantar nuestras gloriosas gestas, también.

Pasamos únicas, irrepetibles y largas horas alrededor de mesas llenas de abundantes exquisiteces, comidas, condimentos, sabores, el mejor tabulé. Las enormes sandías fueron la excusa para compartir y recuperar el tiempo perdido por la inevitable distancia que nos separa la lejanía entre Argentina y Líbano. Recorrimos los barrios armenios, en especial Bourj Hammoud, sus agump. Pasamos una noche única e insuperable con bailes y canciones de nuestros cantantes.

Luego de una maratónica recorrida felizmente llegamos a Antilias, donde escuchamos el գարոզ (sermón) de Aram I. Siempre tuve admiración hacia él por su pensamiento, por su entrega apasionada y por la coherencia de sus conceptos. Su enorme generosidad nos permitió tener un hermoso diálogo. Expresivo, cálido y simpático como siempre, Aram I agradeció nuestra visita desde tan lejos.

Este viaje, además, tenía una connotación y un simbolismo gigantesco para mí. Sinónimo de Beirut, para mí es Լիսպոն 5 (los 5 héroes de Lisboa). Mi profundo ser se estremece y es por ello que me permito soltar y animarme a escribir un poco más sobre esta experiencia.

Hoy se cumple otro aniversario del sacrificio máximo. El 27 de julio de 1983 el mundo entendió, conoció y comprendió la Causa Armenia. Se oyó la voz de la diáspora. La heroica determinación de inmolarse por su patria fue noticia y la escucharon los organismos internacionales, logrando así, a través del tiempo el justo reconocimiento del Genocidio Armenio perpetrado por el Estado turco en distintos países del mundo.

Conmigo viajaron todos esos años de militancia en Unión Juventud Armenia (UJA), el atesorado paso como varich dentro del Badanegan Miutiún. Los discursos, las marchas, los logros, los desaciertos, los ayunos, los campamentos, mis vivencias en Armenia, mi necesidad de homenajear y dar ofrenda a los 5 estaban presentes.

Aquel domingo, luego de presenciar la misa en Antilias, nos dirigimos al cementerio de Bourj Hammoud para cumplir con una promesa. Se escuchaba la voz de Karnig Sarkissian de fondo. Levábamos flores y velas. Mientras caminábamos pausadamente entre las centenares de lápidas de jóvenes enguerner fedayis, con sus rostros y símbolos tashangtsagan llegamos al inmaculado monumento de Sarkis, Setrak, Vatché, Ara y Simón. Nos encontrábamos respetuosamente en ese lugar sagrado para sus almas. Esas imágenes sellaron mi memoria y mi alma. Nos sentíamos frágiles y fuertes a la vez. En mi mano tenía preparada una calcomanía que nuestra comunidad realizó para el centenario del Genocidio. Quería colocarla como ofrenda de nuestra comunidad a ellos. Alguien me preguntó qué quería hacer con lo que tenía en la mano y le expliqué lo que significaba para mí poder pegarla ahí, bien cerca de ellos. El hombre aprobó mi intención con un gesto y con una enorme emoción pude pegarla y ofrendar, simbólicamente, la lucha y la memoria de los cinco corazones santos, como dice la canción. “Menk ierpek chenk moranar u mishd ge hishenk!” (¡Nosotros nunca los vamos a olvidar y siempre los vamos a recordar!).

Allí estuvimos con mi familia. Una sensación imborrable. Tres generaciones testigos de nuestra historia, llenándonos de fuerza para transmitir lo vivido. Yo cumplí con mi promesa. Mi ofrenda todavía está allí, junto a nuestros cinco héroes de Lisboa.

Karen Kederian

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