Valeria Hairabedian es Profesora de Discapacitados Mentales y desde hace cinco años colabora con el comedor de “Pekes Carolina” de Florencio Varela. Comenzó junto a su marido a partir de haber visto su situación en un programa de televisión y hoy es parte de su vida.

Valeria Hairabedian: “Se les pasa la vida sentados a la espera de algo”

11 de diciembre de 2019

Las redes sociales ayudan a crear lazos y en este caso unieron gente por una misma causa: ayudar a los más necesitados, los olvidados. Todas las semanas Valeria publica en Facebook lo que necesitan para el comedor, lo que otros ya dejaron en la puerta de algún colegio o le acercaron a ella. Es la intermediaria entre el comedor “Pekes Carolina” y las personas que quieren colaborar.

—Contanos sobre tu formación.

—Hice toda la escolaridad en San Gregorio el Iluminador al igual que mi padre y ahora mis hijos. Cuando terminé quinto año hice el Magisterio Especial para Discapacitados Mentales. Ahora tengo una escuela infantil que integra chicos especiales, Jardín del Prado.

—¿Cómo comenzaste a colaborar con “Pekes Carolina”?

— La idea siempre fue mostrarle otras realidades a nuestros hijos. Que hay gente que pasa muchas necesidades. Vimos en la tele el teléfono del comedor “Pekes Carolina” y una semana después llamamos y fuimos hasta Florencio Varela. Nos costó llegar porque no es un lugar de fácil acceso. Sinceramente cuando vi el entorno me asusté. Graciela, quien junto a su marido dirige el comedor, nos vino a buscar y realmente fue muy dura la realidad que vimos. No lo podíamos creer. Uno se imagina algo según lo que ve en la tele y se lo cree lejano. Estuvimos casi sin hablar durante el resto del día. Teníamos que procesar lo que habíamos visto. A partir de ese día empezamos a pensar y a trabajar para el comedor. Era una casilla de chapa. Empezamos a pedir ayuda, a convocar a la gente. Desde el principio dijimos que no queríamos plata. Para el Día del Niño llevamos casi 400 juguetes impecables, empaquetados y listos para entregar. La comida es fundamental. Tienen hambre, esto es literal. De ese hambre que duele. De una población de alrededor de 400 chicos, casi el 75% está indocumentado. El 50% no va a la escuela. El 60% no sabe leer ni escribir. Se les pasa la vida así, sentados a la espera de algo. Estuvimos intentando documentar gente, porque así no pueden ir al colegio. Desde que estoy trabajando allí sólo logramos llevar el camión de la intendencia de Florencio Varela en dos oportunidades. Pesan a los chicos (el promedio de peso cada vez es más bajo) y se los vacuna. En casos aislados se consigue tramitar los DNI, siempre y cuando tengan la partida de nacimiento. Las asistentes sociales prácticamente no llegan. No se las designa y las pocas veces que fueron tuvieron pésimos modos. En los últimos años fuimos logrando cosas como que una dentista nos done las muestras de pastas y cepillos de dientes que reciben y les dé la información sobre salud dental.

La casilla de chapa ahora se convirtió en una casa de material de dos pisos, pusimos agua potable con mucha ayuda desinteresada de amigos de la comunidad armenia. Antes estaban siempre enfermos porque usaban el agua de la zanja. Nosotros vemos el crecimiento edilicio y nos da mucha felicidad. Hace poco conseguimos un aire acondicionado y lo instalamos. Todavía no está terminado pero en el piso de arriba hicieron dos aulas, en una van a poner máquinas de coser para fabricar ropa y en la otra van a ir las chicas del barrio que son docentes para apoyo escolar. La idea es que puedan hacer algo, que no usen el espacio solo para ir a buscar comida. La idea también es dar charlas de educación sexual. Esto comenzó hace 5 años para mí y ya soy familia. Trabajo externa pero tenemos un diálogo casi diario. Nos consultamos todo.

—¿Cuál es la situación del comedor?

—Los chicos viven en el barrio, un lugar muy humilde. Los sábados abren el comedor siempre y cuando haya para darle de comer a todos. Pasan el fin de semana ahí. Los días de semana si se puede cocinan y les dan las viandas. Graciela se recuperó de las drogas y de situaciones de violación. Se hizo fuerte. Ella ahora ve todo lo que le pasó y ayuda para evitar que lo sufran los chicos. El día que en “Pekes Carolina” esté todo bien y funcionando me gustaría seguir ayudando en otro lugar.


Un objeto. Siempre quise tener una granada y cuando llegué a Armenia fue lo primero que compré.

—¿Cómo lo viven tus hijos?

—Es algo que hacemos entre todos, un proyecto familiar. Es una enseñanza que queremos dejarles a nuestros hijos. Algo que trascienda lo material, la educación, el afecto y la presencia. El más chiquito por ahora se asusta un poco pero el grande no tiene problema.

—¿Tuviste ayuda de alguna institución de la comunidad en algún momento?

—El colegio San Gregorio hizo dos actos en los que la entrada era un alimento no perecedero para llevar al comedor. Si bien no tuvieron mucha repercusión al comedor le sirvió. En otra oportunidad la escuela puso un micro a disposición para llevar las donaciones y lo acompañaron varios alumnos del secundario, entre ellos, varios compañeros de mi hijo mayor. En general en la comunidad hay gente que ayuda pero son siempre los mismos. Cada uno desde su profesión o desde su conocimiento puede ayudar a este o a los otros comedores. En la comunidad armenia hay mucha gente que sin ser política o empresaria de gran escala tiene capacidad resolutoria y llegada a lugares importantes. En este sentido estaría bueno que las instituciones se acerquen a este tipo de acciones.

—¿Cómo te pueden contactar para ayudar?

—Es a través de las redes sociales. Ahí subo todo lo que voy juntando y pido lo que necesitamos. Pongo lugares para que acerquen las cosas o bien, lo paso a buscar. Hay gente que una vez por mes deja la “bolsa para Graciela”. En mi escuela tengo un espacio donde guardar todo. Cuando tengo tiempo libre voy armando las cosas y cuando completo dos baúles los llevamos. Por ejemplo, para las fiestas estamos juntando comida y, si conseguimos, juguetes también. Lo que más necesitamos es comida, artículos de limpieza y de higiene personal. Reitero que hay mucha desnutrición. Esta gente no tiene futuro. Están en el olvido viendo como pasa la vida. Muchos ni siquiera son un número porque no están documentados. Es terrible.

Sofía Zanikian
Periodista
sofi.zanikian@outlook.com

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