Opinión

Veintiséis años después

28 de septiembre de 2017

26-aniversarioLa nación armenia acaba de festejar el 26° aniversario de la recuperación de su independencia. Horas antes había finalizado sus deliberaciones la VI Conferencia Armenia-Diáspora, evento que convocó a casi dos mil participantes de todas las comunidades del mundo.

El cónclave tuvo perfiles diferentes a sus ediciones anteriores porque con buen criterio sus organizadores dispusieron un orden del día acorde a las urgencias económicas, políticas y sociales de una Armenia que sufre, a pesar de lo que el avance edilicio de algunos sectores de Ereván pueda insinuar al viajero desprevenido.

La verdad es que Armenia necesita que las fuerzas pensantes, los expertos en diferentes temas o las potencias económico- financieras de su Diáspora intervengan realmente en el devenir de su desarrollo. Muchos coinciden en señalar que hasta el momento la colaboración o coparticipación de dichos individuos ha sido prácticamente nula, a no ser que sobrevaluemos sus escasas intervenciones en algunos proyectos o programas que no terminan de arrancar.

En su intervención en el acto inaugural de la Conferencia, el presidente Sarkissian anunció planes para repatriar los miles de armenios que emigraron en busca de mejores condiciones de vida. Es loable la decisión gubernamental de elevar a cuatro millones la población armenia en el próximo cuarto de siglo. Sin embargo, si no se resuelven los múltiples problemas que generan el permanente éxodo actual, poco éxito se tendrá en hacer que el retorno sea una realidad tangible.

"Estamos en una encrucijada determinante de nuestra historia. Seamos realistas y honestos. Armenia se vacía y la Diáspora se agota. Frente a esta peligrosa realidad, las iniciativas al azar no pueden resolver nuestros problemas y sanar nuestras heridas. Estos signos deben ser leídos correctamente, el diagnóstico debe hacerse con precisión, y las decisiones tienen que ser las adecuadas y tomarse apropiadamente", dijo en un pasaje de su discurso el Catolicós de la Gran Casa de Cilicia Aram I.

En la misma dirección, tal vez con distintos matices, se expresó la ministro de la Diáspora Hranush Hakobyan. También coincidieron los diferentes altos funcionarios que expusieron sus temas en la Conferencia. Es decir, todos comparten de un modo u otro el diagnóstico, pero el gran interrogante es si el gobierno está dispuesto realmente a tomar las medidas socioeconómicas que conduzcan a un real mejoramiento de la situación vigente.

La gente es consciente de que la corrupción todavía sobrevuela sus vidas. “Si piensan en realizar alguna tarea benéfica o ayudar realmente, no duden en hacerlo directamente con quien lo necesite”, nos dijo una joven asistente en una de las sesiones de la Conferencia. Ese sincero pensamiento resume de qué manera piensa el individuo común, aquel que sufre la falta de trabajo, que ve su futuro amenazado y que no encuentra respuesta en sus dirigentes políticos.

Como decíamos al principio, se cumplieron 26 años de aquel 21 de septiembre de 1991 cuando la bandera tricolor volvió a ser izada. Pero este año las celebraciones apenas pasaron por algún espectáculo cultural y unas pocas insignias armenias que se sumaron a las ya existentes en las calles de Ereván.

Muy poco para un pueblo que necesita alegrías, esperanza y fe para enfrentar uno de los momentos más difíciles de su corta existencia en libertad e independencia como Nación.

Jorge Rubén Kazandjian

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