Opinión

Vergüenza ajena

12 de julio de 2018

CorruptelaDesde hace muchos años se sabe que la corrupción es un mal endémico en Armenia, un germen al que ningún gobierno le prestó debida atención porque tal vez los genes de sus integrantes estaban impregnados de él.

Fueron muchos los políticos que formularon en sus campañas la promesa de acabar con el flagelo que amenaza la integridad de una sociedad demasiado acostumbrada a las prácticas deshonestas en todos los órdenes de su existencia.

Una de las particularidades de este nuevo tiempo político armenio es que de pronto las autoridades judiciales, policiales o de otros organismos de control, parecen haber recuperado sus atribuciones y dejando de lado su amnesia corporativa comienzan a desarrollar su tarea. Así, van apareciendo uno tras otro los responsables de deleznables hechos de corrupción de la mano de individuos que no dudaron en arrebatar la confianza de su pueblo y nación dilapidando fondos benéficos como la hacía el ejecutivo del Fondo Armenia o el "heroico" general que reunió cientos de donaciones de alimentos, vestimenta y dinero y en vez de destinarlos a los soldados que luchaban en las fronteras de la patria como era la idea, los utilizó en provecho propio.

Particularmente dolorosas fueron las imágenes aparecidas en los medios armenios con las cartas que los alumnos primarios armenios enviaban a sus "hermanos" mayores en el frente de Artsaj.

Cómo se hará ahora para que esos chicos y sus padres recuperen la confianza en sus autoridades después de semejante ultraje. Porqué nadie advirtió antes la presencia de estos delincuentes enquistados en casi toda una sociedad como un cáncer incurable y terminal. Porqué los que debían administrar justicia no lo hicieron en tiempo y forma y ahora se transforman en los paladines de la ley. Muchas preguntas y casi ninguna respuesta.

Ahora renunció el alcalde de Ereván, quien al igual que otros intendentes de ciudades y pueblos del interior, estaba firmemente sospechado de avalar y/o participar de viles negociados en el ejercicio de su función. En los próximos días, semanas o meses, esta catarata de dimisiones o desplazamientos habrá alcanzado dimensiones de tragedia pues casi no hay un servidor público que no tenga en su haber actos punibles. La cultura de la ilegalidad está demasiado arraigada en muchos sectores, en especial en aquellos ciudadanos mayores acostumbrados a los usos en práctica en viejos regímenes del pasado.

El mundo también es escenario de crímenes corporativos protagonizados por grupos mafiosos armenios provenientes de la Madre Patria y de las nuevas diásporas formadas después de los años noventa. Desde hace una semana la noticia preponderante de los medios de prensa europeos es la detención en España de más de un centenar de ciudadanos de origen armenio envueltos en la comisión de diversos delitos como el tráfico de drogas, el amaño de apuestas, robos, encubrimiento, falsificaciones, contrabando y otras violaciones de las leyes.

En Estados Unidos, en 2011 una investigación policial dejó al descubierto la denominada banda Armenian Power a la que se acusó de cometer al menos cuatrocientos delitos, muchos de ellos a base de violencia e intimidación, yendo desde asalto, robo, secuestro, tráfico de armas y drogas, la extorsión, así como fraude financiero. Hubo entonces casi cien detenidos y se estimó el accionar delictivo en unos cincuenta millones de dólares.

Sabrá el lector disculpar este torrente de penosa información, pero seguramente muchos compartirán el sentimiento de tristeza que nos embarga al tener conocimiento de estos tristes sucesos.

Pero, no debemos caer en el desconsuelo o la desesperanza, porque los armenios somos expertos en resiliencia, es decir tenemos la capacidad de enfrentar la adversidad proyectando el futuro. Precisamente es eso lo que pretendemos, un mejor futuro para nuestro pueblo y nación, para superar este presente donde predomina nuestra peor sensación, la de vergüenza ajena.

Jorge Rubén Kazandjian

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