Arzobispo Kissag Mouradian en el 50º aniversario de su ordenación sacerdotal: "Quisiera que me recuerden como alguien que trabajó por el bien de la comunidad"

27 de julio de 2021

Se cumplen 50 años de la ordenación sacerdotal de Manouk Mouradian, el arzobispo Kissag, primado de la Iglesia Apostólica Armenia en Chile y Argentina. El domingo 25 de julio se llevó a cabo una misa especial en la Catedral San Gregorio el Iluminador y un evento junto a la dirigencia comunitaria. “Nací en Alepo, Siria, en 1951. Estuve en Jerusalén desde 1963, a mis 12 años. Fui ordenado a los 20 años, después de la Guerra de los 6 días”, explica Mouradian en diálogo con Diario ARMENIA.

—¿Cómo fue ese día?
—El 25 de julio de 1971 nos ordenamos 6 diáconos. Ese día se celebraba la epopeya de Janasor y había venido mucha gente a Jerusalén, de Haifa, Tel Aviv y de otros lugares de Israel. Uno de los diáconos dejó los hábitos, otro se casó y quedó como sacerdote. De los cuatro, Nurhan Manuguian, actualmente es el Patriarca de Jerusalén; Viken Srpadzan está en Washington; Hadjag es el delegado catolicosal en Roma y el cuarto fui yo. El nombre religioso de ordenación me lo puso S. E. Ieghishé Derderian, el patriarca de Jerusalén. Subimos al altar sin saber qué nombre religioso íbamos a tener. A mí me puso Kissag que significa cometa.

—¿Viene de familia religiosa?
—Somos familia una religiosa de parte de mi madre. Su hermano, Hagop Vartanian, quien fuera arzobispo de Marsella, y su hijo (yo) fuimos arzobispos. El primo fue cura párroco en Valance. Un bis abuelo de mi madre fue Der Avedik, un guerrero en la época de David Beg. Después de la caída de Karabaj, Der Avedik y su familia escapan a Konya donde se quedan 300 años, desde 1700 hasta las masacres. Hubo varias generaciones de sacerdotes casados en la familia. Mi hermano mayor estudió conmigo en Jerusalén. Algunos me decían que el indicado para ser sacerdote era él y no yo porque era medio travieso.

—Arzobispo, ¿cuándo y por qué lo destinaron a la Argentina?
—Me mandaron a la Argentina por cinco años y ya voy por los 46. Vine en 1975 y tenía que volver en 1980 pero el patriarca Ieghishé decidió que me quedara. En esa época todas las diósesis se cubrían con sacerdotes que se recibían en Jerusalén porque no podían mandar desde Echmiadzín, Armenia. Un día me llama el patriarca y me dijo que le pidieron un sacerdote para la Argentina, de Buenos Aires concretamente. Me advirtió que era un destino un poco difícil y que por eso había pensado en mí.

—¿Por qué dijo eso el patriarca?
—Es que en ese momento fue el cambio de la Comisión de la Institución Administrativa de la Iglesia, en 1968. Había muchos problemas internos en la comunidad.

—¿Cómo era vista la Argentina desde Jerusalén?
—Te confieso que no sabía nada de la Argentina. Tenía un compañero en la escuela que era docente como yo y cuya hermana era profesora de Geografía. Fui especialmente a la casa por la noche para preguntarle dónde quedaba la Argentina y Buenos Aires. Abrimos la enciclopedia e indagamos sobre el país. Sabía que Datev Garibian estaba en Córdoba, pero no lo relacionábamos a la Argentina (se ríe). Él fue el cura párroco por más de 15 años. La primera imagen que tuve del país fue la del obelisco. Varias veces fui a sentarme a los bancos de la plazoleta para mirarlo desde abajo y preguntarme si era real lo que estaba viviendo.

—¿Quién lo recibió a su llegada?
—Me recibió Papken Srpadzan (Papken Abadian). Me designaron párroco y sacerdote de la Catedral San Gregorio El Iluminador. En ese momento estaban Der Vazken y Der Shavarsh. Además, daba clases de Religión, Historia Armenia y de Idioma armenio en el colegio Arslanian. En 1978 falleció Papken Abadian y hasta 1982 que vino el nuevo delegado catolicosal, David Sahaguian, representé a la Iglesia armenia.

Encuentro con la dirigencia comunitaria en el Arzobispado armenio.

—¿Cuándo fue designado obispo?
—Fue en 1990. Fui consagrado obispo y designado Primado de la diócesis de la Argentina y Chile. Ya se había ido el obispo Krikoris Puniatian que había venido en 1983. Es importante recordar que hasta ese momento Sudamérica era un conjunto y no una sola diócesis. Estaban unidos Brasil, Uruguay y Argentina. Por algunos problemas que habían surgido con Brasil, las regiones quisieron separarse para que cada uno tuviese su obispo. Entonces se crearon tres diósesis distintas: Hagop Keledjian fue designado (y lo es hasta hoy) como obispo de Uruguay, Datev Garibian en Brasil y Krikoris Puniatian en la Argentina. Mi consagración como obispo fue el 7 de octubre de 1990 en Echmiadzín de la mano del Catolicós de Todos los Armenios y Patriarca Supremo, Su Santidad Vazken I. En 1996 por una bula del Catolicós de Todos los Armenios y Patriarca Supremo, S.S Karekin I recibí el grado de Arzobispo que es un título de honor que se da con el correr de los años o por el trabajo realizado.

—¿El suyo fue el mandato más largo? Ya van 31 años.
—Como obispo, sí. Como sacerdote creo que fue el Vartabed Haroutiún Mushian desde 1950 hasta que falleció en 1990.

—¿Cómo cambió la colectividad desde 1975?
—Hubo muchos cambios con la independencia de Armenia. Pudimos superar algunos problemas que teníamos antes. Me refiero a las ideales de Armenia Soviética y a la Armenia libre, unida e independiente. Las divisiones internas de nuestras instituciones ya no están tan presentes y si las hay, ya no son tan importantes como en aquel entonces. Hay mucho menos prejuicios. Me acuerdo de los problemas con la bandera tricolor, si se entonaba el himno o no. Muchas veces se llegó a cantar Ereván Erepuní como si fuera Mer Hairenik. Por suerte pudimos superar esos problemas.

—¿Qué cambios hubo en relación a la Iglesia en general?
—En el tema del ecumenismo no teníamos tanta relación en aquel entonces. En la época de Abadian existía un vínculo con la Iglesia griega y con la rusa. Ahora existe CEICA que es la Comisión Ecuménica de las Iglesias Cristianas de la Argentina. Fui presidente de CEICA en dos períodos desde donde hicimos bastante trabajo. Con el crecimiento de CEICA se lograron muchas cosas en sentido ecuménico.

—¿En este ámbito fue el acercamiento con Jorge Bergoglio?
—Con Bergoglio trabajamos juntos antes de que fuera cardenal y arzobispo de Buenos Aires, en la época de Quarachino. Bergoglio era obispo auxiliar y trabajamos en ecumenismo. Siempre cuento que trabajamos juntos en dos casos que me marcaron mucho: Me llamó una mañana para que lo acompañara a hacer una oración para todas las víctimas de Cromagnon. Me dijo que era muy duro y que no lo deje solo. Pensé que había invitado a otros obispos, pero sólo estábamos él y yo. La Catedral estaba llena. Fue realmente muy duro. En otra oportunidad, en el año 2000 por el milenio, hicimos el lavado de los pies en la Plaza de Mayo. Estábamos monseñor cardenal Bergoglio, el obispo de los anglicanos y yo. Así empezó una amistad hasta tal punto que logré, por ejemplo, el altar que tenemos en la Catedral Metropolitana, y otros altares que tenemos en Basílica de Nuestra Señora de la Merced y en San Bartolomé donde también tenemos el cuadro del atrio. También logramos un altar en la Basílica de Luján que, desgraciadamente, está arruinado con las inundaciones. Bergoglio participó de todos los actos por el Genocidio Armenio que durante años hicimos en la Catedral Metropolitana. Todo eso ayudó al reconocimiento de 2015 y a su visita a Armenia en 2016 donde recordó que visitó al primer país cristiano del mundo.

El arzobispo Kissag Mouradian desarrolló una importante actividad literaria y de traducciones. Es autor de distintas obras teatrales de las cuales se destaca “El prisionero” presentada en el salón Centro Armenio y en el teatro “El globo” de Buenos Aires. Tradujo varias obras religiosas al español como La Madre de Dios del reverendo padre Vahé Iknadiosian; el Diccionario litúrgico del Arzobispo Maghakiá Ormanian, las interpretaciones de la Misa (Eucaristía) de Su Santidad Vazken I y Torós Chughaietzí bajo el título general de Nuestra misa; Testimonios de sangre de S.S. Karekin I; Enseñanza cristiana de la Iglesia Apostólica Armenia del Catolicós Papken Guleserian y Fiestas consagradas a San Gregorio El Iluminador del R.P. Krikor Maksoudian. En la actualidad está trabajando en un curso religioso para el nivel primario, de primer a séptimo grado que pronto verá la luz.

—¿Cómo está la Iglesia Armenia hoy?
—Estamos bien. Hay que ver el contexto de dónde vivimos. Por ejemplo, si uno mira a otros países como los Estados Unidos, allá la colectividad tiene otra forma de organización. Muchos temas comunitarios son manejados a través de la Iglesia. En algunos países europeos pasa lo mismo. Acá es distinto porque cada organización tiene su forma. Por ejemplo, el tema de los jóvenes: en los Estados Unidos la Iglesia tiene su organización juvenil pero acá no puedo lograr armar la Juventud de la Iglesia Armenia porque cada institución tiene su espacio de construcción para jóvenes. Es difícil traerlos para la Iglesia. Sumado a eso, si se le agrega el modernismo de la vida actual lo relacionado a temas religiosos queda de lado.

—¿Cómo lo trata la comunidad?
—La comunidad armenia me quiere mucho y eso lo siento. Si me mandaran a otro lugar yo no voy. Ni siquiera a Jerusalén que es mi origen como sacerdote. Me acostumbré mucho a este país, a su gente. Acá trabajé gran parte de mi vida.

—¿Cómo quisiera que se lo recuerde?
—Como alguien que ha hecho algo. Quisiera que se acuerden de mi como alguien que trabajó para el bien de la comunidad y que mi nombre no se pierda en la memoria.

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