Opinión

En 2021 se juega gran parte del futuro de Artsaj

11 de enero de 2021

Hasta ahora, sólo la mano firme de Vladimir Putin fue capaz de contener el patoterismo verbal y militar de Ilham Aliyev contra Armenia y Artsaj. La reunión del 11 de enero en Moscú marcó el primer paso de un largo camino.

Decidido a que no se le escape de las manos el manejo del proceso de paz entre las repúblicas de Armenia y Azerbaiyán, el presidente ruso Vladimir Putin sigue con su plan de consolidarse como el principal operador político en el Cáucaso. Ahora dio un nuevo paso, bien concreto, convocando al Kremlin al primer ministro de Armenia, Nikol Pashinyan, y al presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev.

De este modo, el 11 de enero tuvo lugar el primer contacto cara a cara de ambos mandatarios tras la segunda guerra de Artsaj, con la presencia estelar del presidente ruso.

La imagen del encuentro entre los tres mandatarios es impactante, no sólo por la enorme mesa blanca y la lujosa sala de reuniones con ornamentos que recuerdan el pasado imperial ruso, sino por la disposición espacial y gestualidad impuestas por Putin, con Pashinyan y Aliyev sentados frente a él y escuchando casi como si fueran dos empleados frente al gerente general de la compañía.

Pasados 63 días desde la firma del acuerdo trilateral que puso fin a la sangrienta guerra iniciada por la artera agresión turco-azerí, Putin intenta balizar el camino de un acuerdo de paz duradero y, en el proceso, torcer las posiciones extremas.

En la lógica rusa, la prioridad es la seguridad y el desarrollo económico de la región, con algún nivel de autonomía para los armenios de Artsaj pero con las siete regiones circundantes en manos azeríes, siguiendo el criterio que rigió en la extinta Unión Soviética y que determinó el acuerdo del 10 de noviembre.

Fascismo vs diplomacia

En estos dos meses Azerbaiyán intentó avanzar metro a metro sobre la demarcación fronteriza, aprovechando el estado de gracia que le “regaló” la comandancia turca de la guerra contra Armenia y Artsaj.

Pero al mismo tiempo, continuó con la retórica armenofóbica, tanto a nivel presidencial como de los medios de comunicación. El último ejemplo de esta agresión verbal, o mejor dicho impresa, son las viñetas y dibujos difundidos en las redes sociales, llamando a limpiar la zona del las “cucarachas armenias”.

Al respecto, Nara Matinyan, una armenia de Francia, con buen criterio respondió en Twitter recordando el caso de León Mugesera, prominente político ruandés de la etnia hutu, que 24 años después de haber llamado “cucarachas” a la población tutsi e incitar a “cortarles el cuello” –en 1994 fueron asesinados a machetazos hasta 800.000 tutsis en apenas 100 días- fue condenado en 2016 a prisión perpetua.

Entre tanto, Armenia busca un cauce político a la posguerra, con los principales partidos de oposición pidiendo la renuncia de Pashinyan y el Gobierno reclamando el cumplimiento de la cláusula octava del acuerdo trilateral, que establece la devolución total de los cuerpos de los muertos en combate y el intercambio de prisioneros, además de denunciar a Bakú por torturas y violación de los derechos humanos.

El otro punto nodal de la estrategia de Ereván es la cuestión del estatus futuro de Artsaj, algo que por ahora es ninguneado por Bakú, que se siente cómoda con el actual estado de cosas. Como fuere, los analistas internacionales coinciden en que la discusión del estatus de Artsaj es el pilar sobre el que debe asentarse una paz duradera en el Cáucaso.

Así, el encuentro del pasado 11 en Moscú parece un buen primer paso para transitar el camino de la posguerra. En especial si se tiene en cuenta que hace apenas dos meses todavía caían sobre Artsaj toneladas de misiles y disparos de artillería azerí.

Economía y transporte

El objetivo declarado del encuentro en Moscú era avanzar en las relaciones económicas, con foco en la apertura de las comunicaciones regionales y el transporte internacional de carga. El interés de Azerbaiyán es abrir el paso a Najicheván, pero todavía avanzó en ese punto.

En algún sentido, la hoja de ruta planteada por Moscú gira sobre algunos puntos clave de la agenda que Armenia intenta completar este año.

El primero de ellos, se viene cumpliendo aunque con cierto rezago, y es el retorno de la población civil desplazada. Se estima que de las 150.000 habitantes Artsaj ya retornaron unas 50.000. Mucho más complejo es el futuro de los 17.000 armenios que vivían en las zonas que debieron ser entregadas a Azerbaiyán.

A fines de diciembre un informe de International Crisis Group (ICG), un centro de estudios con sede central en Bruselas, destacaba que entre los principales desafíos que dejó el fin de las hostilidades en Artsaj, sin dudas, uno de los aspectos centrales era “una economía en ruinas”.

En ese sentido, este capítulo tampoco está exento de controversias. Y es que según el reporte, las mejores tierras cultivables en Artsaj quedaron en manos de Azerbaiyán tras el traspaso de los territorios fijados en el acuerdo.

La otra actividad productiva es la minería, y allí la balanza se inclinó del lado de los armenios, que quedaron en poder de las mayores reservas. Ya desde antes de la guerra el gobierno de Bakú reiteradamente manifestaba que el gobierno de Artsaj se abstuviera de explotar esos recursos, que le reportaba hasta el 40% del presupuesto anual.

El riesgo ahora es que las fuerzas armadas azeríes impidan el traslado de los metales extraídos hacia Armenia y desde allí hacia mercados del exterior.

Al respecto, el presidente azerí dejó trascender una “promesa”, bastante ingenua por cierto, de que volcaría recursos para la reconstrucción de Artsaj. En su discurso del 1º de diciembre Aliyev prometió dinamizar el comercio en la región, con una plataforma de “seis partes”, que incluye a Rusia, Turquía, Georgia, Azerbaiyán, Irán y “Armenia, si cumple determinadas condiciones (no especificadas)”. Yo paso, gracias Ilham, te podés guardar tu propuesta….

Seguridad y algo más

El rol clave de Rusia garantiza, al menos en teoría, la seguridad de la región, la vuelta de los pobladores desplazados, el mantenimiento del corredor de Lachín (Bertzor) bajo control de las fuerzas de paz rusas y el avance de las obras de reconstrucción de la infraestructura, un proceso que ya comenzó pero que seguramente llevará mucho tiempo y recursos económicos.

Pero, hay que decirlo, la presencia de militares rusos alteró los ánimos en Azerbaiyán. “Después de 27 años las fuerzas militares rusas volvieron a Azerbaiyán. Eso es malo”, señaló Alí Karimli, titular del Partido del Frente Popular de Azerbaiyán, en un documento publicado hace unos días en el sitio web del Institute for War & Peace Reporting (IWPR), un think tank con presencia en los cinco continentes y sede central en Londres.

Los azeríes ven la presencia de tropas rusas como una pérdida de soberanía, además del hecho de suponer que los rusos son proclives a “aceptar la narrativa armenia”.

Al respecto, el periodista Jahangir Youssif destacó que “aunque el presidente ruso públicamente dijo que la región es territorio soberano de Azerbaiyán, en el largo plazo, hay incertidumbres acerca de cómo la presencia de Rusia va a afectar las negociaciones sobre el estatus de Nagorno Karabaj”.

Un punto que sigue siendo conflictivo es el intento de avance territorial que despliegan las fuerzas azeríes en toda la zona fronteriza, incluso intentando tomar poblados armenios en Syunik, Gegharkunik y otras regiones de Armenia, como se vio a lo largo de estas nueve semanas transcurridas desde el fin de la guerra.

En este sentido, las tropas de paz rusas contribuyen a evitar escaramuzas, pero la relación con las tropas azeríes no es para nada fácil.

Según el informe de International Crisis Group, en la agenda de trabajo para este 2021 los gobiernos de Armenia y Artsaj tienen subrayadas en rojo dos importantes amenazas.

Por un lado, el gobierno de Aliyev viene batiendo el parche sobre el pago de costos de guerra que intenta imponerle a Armenia. Aunque parezca insólito, el agresor pretende que pague el agredido.

Según algunas fuentes el costo económico de la guerra trepó a los U$S 20.000 millones, pero algunas estimaciones en Bakú inflan ese número hasta los u$s 100.000 millones. Para tranquilidad del lector, este argumento no es avalado por Rusia y sólo forma parte del delirium tremens de Ilham Aliyev.

La otra amenaza, crucial para el futuro de Artsaj, es que según la interpretación de Azerbaiyán el acuerdo de cese del fuego del 10 de noviembre establece la presencia de tropas rusas pero no soldados armenios. Este reclamo fue desoído por las autoridades de Artsaj, que mantienen la presencia de las tropas y armamento militar armenio en el territorio que controlan.

Carlos Boyadjian
Periodista
coboyadjian@yahoo.com.ar

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