Opinión

Los momentos más cruciales de los últimos cien años

17 de diciembre de 2020

El 4 de noviembre, pocos días antes de la firma del acuerdo tripartito que pusiera término a la guerra de Artsaj, publicábamos una nota titulada “¿Somos realmente conscientes de los momentos que estamos viviendo?”.

Los días previos a esa nota, nuestro equipo de prensa acreditado en la zona había mantenido una entrevista con Ardzrun Hovannisian. Afirmábamos en ese contexto, que había sido una ocasión única de escuchar “el mensaje certero” del por entonces vocero del ministerio de Defensa armenio.

Muy a nuestro pesar, debemos reconocer nuestro craso error de apreciación ya que el sudor que corría por la frente del vocero cada noche, en cada presentación antes del repetido “haghtelú enk”, era causado por sus ingentes esfuerzos de actuación y no por sus “certeros mensajes”. Una escena que no pudo repetir la trágica noche del 9 de noviembre -“por razones de salud”- ya que aquello hubiera sido sencillamente… un sauna.

Con motivo de esa entrevista pues, y ante la gravedad de los acontecimientos de esos días, nos preguntábamos: ¿Somos realmente conscientes en Armenia y en la diáspora de los momentos cruciales que estamos viviendo desde el 27 de septiembre? ¿Estamos los diez millones de armenios del mundo a la altura de lo que las actuales circunstancias requieren?

Los sucesos que han ocurrido a partir del 10 de noviembre y hasta el momento de escribir estas líneas –a poco más de un mes de esa ya trágicamente célebre fecha‒ tanto en Artsaj como en Armenia y en toda la región, son tantos, tan graves y tan preocupantes, que sería imposible resumirlos en una sola nota. Pero hay un tema que a nuestro entender es uno de los principales, tal vez el más importante al día de hoy.

El plan panturquista conjunto de Ankara y Bakú -con la ayuda explícita de Israel, Gran Bretaña y la OTAN- tuvo su apogeo el 10 de diciembre. Fecha nada casual para celebrar el triunfo con un desfile militar ante los presidentes de “dos Estados, una nación”: es el día en que el pueblo de Artsaj votó por su independencia en el referéndum de 1991… Pero eso no fue todo. Las palabras de Erdogan y de Aliyev -quienes observaban el paso de sus tropas desde un palco montado al mejor estilo imperial- requieren un análisis particular ya que más allá de estar dirigidas a un eufórico auditorio interno, persiguen un claro objetivo: intimidar y amenazar a Artsaj, a Amenia y los armenios.

Así, Erdogan anunció que los triunfos turco-azeríes seguirán de ahora en más en otros frentes, glorificó a los organizadores y perpetradores de las masacres masivas de armenios de septiembre de 1918 en Bakú y al genocida Enver Pashá, uno de los líderes del proyecto panturquista y responsable directo del Genocidio Armenio. Además, leyó un poema dedicado a los azeríes “de un lado y del otro del río Arax”.

La elección y la lectura de dicho poema provocó una serie de reacciones y hasta un incidente diplomático con Irán: Teherán llamó al embajador turco para transmitirle su protesta por las palabras del presidente turco, considerándolas una provocación hacia su soberanía nacional e integridad territorial, debido a los millones de azeríes que viven en el norte del país. La contrapartida turca fue la convocatoria del embajador iraní en Ankara al ministerio de Asuntos exteriores. Por su parte, el Parlamento iraní votó por amplia mayoría una resolución condenatoria de las palabras de Erdogan y hasta hubo manifestaciones de iraníes frente al consulado turco en la ciudad de Tabriz.

El incidente parece haber finalizado con el correspondiente pedido de disculpas del Canciller turco, quien aseguró que Erdogan no había tenido intención alguna de poner en tela de juicio ni la soberanía ni las fronteras de Irán y que “no sabía cuán grave era ese poema para el sentir de los iraníes”.

A su turno, Aliyev, envalentonado por el triunfo en el campo de batalla y delante de su “hermano”, jefe y patrocinador, aseguró ni más ni menos, que Ereván, la región del lago Seván y Zankezur (nombrándolas con su variante azerí) son “tierras históricas de Azerbaiyán…” omitiendo que su país –como tal‒ cuenta con tan sólo cien años de “identidad azerbaiyana”, frente a los más de tres mil años de ininterrumpida presencia armenia en la región.

Erdogan y Aliyev ahora ya declaran públicamente sus intenciones panturquistas, sin ocultarlo y sin temor alguno. Una emisión televisiva en un canal turco vino a echar leña al fuego y se viralizó en las redes sociales: la región de Zankezur y un sector de las regiones armenias de Kegharkunik y Vayots Tsor, aparecieron en un mapa pintadas de verde –como pertenecientes a Azerbaiyán‒ y con una bandera colocada sobre esa región como el “símbolo” de Zankezur. Carentes de originalidad, presentaron una enseña de Azerbaiyán entrecortada, fiel copia de la de Artsaj con la de Armenia…

Y como si fuera poco, hay que señalar también las manifiestas y/o tácitas intenciones de Azerbaiyán de presentar ante los tribunales internacionales competentes una demanda contra Armenia por 50 mil millones de dólares de indemnización por los “daños causados” durante los treinta años de “ocupación”. Claro que a falta de ese dinero, aceptarían con sumo agrado que los armenios cedieran en “compensación” la región de Zankezur…

Más allá de las provocaciones y de la vil propaganda turca, existe aquí una clara intención: anunciar sin tapujos los póximos pasos de Bakú y de Ankara en el ámbito militar, político y diplomático. Y la pregunta es ¿cuál ha sido la reacción de Armenia ante estas gravísimas amenazas? Unas palabras de condena de la vocera del gobierno. ¿Eso es todo? ¿Dónde está la respuesta del Primer Ministro contra semejantes agravios a la soberanía nacional? ¿Dónde está la reacción de la Presidencia de la República a esas declaraciones?

Irán llegó a un incidente diplomático por un poema y su Parlamento se hizo eco de la ofensa. ¿Dónde está la resolución unánime de condena del Parlamento de Armenia a las declaraciones de Erdogan y de Aliyev? ¿Dónde está TODA la dirigencia política mancomunada para protestar contra esta afrenta a la nación? ¿Dónde están los reclamos de la Diáspora ante las respectivas embajadas?

Curiosamente y salvo excepciones, la prensa internacional no se hizo eco de las amenazas proferidas contra la integridad territorial de Armenia durante la fiesta panturquista organizada en Bakú. Todos aquellos políticos y analistas que antes y durante la guerra se rasgaban las vestiduras por la “violación del territorio” de Azerbaiyán por Armenia desde 1994, hicieron mutis por el foro ante las recientes declaraciones del tándem turco-azerí.

Ni que hablar del silencio de los organismos competentes de la llamada comunidad internacional y de muchos gobiernos tan atentos a la integridad territorial azerbaiyana, siempre que existan contratos millonarios de venta de armamentos, de concesiones de minas o de construcción de gasoductos. Como bien dijo Cher, los armenios sólo tenemos para ofrecer historia y cultura… ¿Será por ese motivo que la integridad territorial de Armenia tiene menos valor que la de Azerbaiyán?

Pero atención con buscar una vez más responsables sólo en el ámbito externo, cuando sería más que oportuno preguntarnos en primer lugar el muy conocido “¿y por casa, cómo andamos?”.

En vísperas de 1915 los armenios no tenían conciencia exacta de la amenaza colectiva y del peligro que se avecinaba. Otro tanto ocurrió en cuanto a pérdidas territoriales a partir de 1920. Hoy no podemos ignorar que estamos atravesando los momentos más cruciales de los últimos cien años.

No en vano el ombudsman de Armenia, Arman Tatoyan -un profesional que ha dado sobradas muestras de capacidad y compromiso en el desempeño de sus funciones- elevó su voz de protesta el mismo 10 de diciembre, paradójicamente, el Día de los Derechos Humanos: “Los discursos plagados de odio étnico de Aliyev y de Erdogan constituyen una explícita amenaza contra la vida misma de la totalidad de la población civil armenia y contra la salud de todo el pueblo armenio. Alabar a Enver, Jevad Bey y Nuri Pasha y hacerlo en un discurso público durante un desfile militar es una evidente intención de genocidio”. Categórico y contundente.

El Defensor del Pueblo agrega que “los crueles métodos terroristas y de limpieza étnica utilizados durante esta guerra confirman la política genocida de Azerbaiyán en Artsaj. A todo esto hay que añadir las afirmaciones obviamente falsas de los dos presidentes de que los armenios han destruido sitios religiosos azerbaiyanos o turcos”.

Ahora, mientras algunos personajes allegados a los círculos gubernamentales de Armenia hablan ya sin rubor alguno sobre la necesidad inminente de abrir las fronteras y entablar relaciones comerciales con Turquía y Azerbaiyán, los respectivos presidentes transmiten mensajes de odio y no dudan en amenazar con nuevos genocidios. De qué otro modo calificar las atrocidades y las decapitaciones en Artsaj, aún en estos últimos días, contra habitantes civiles de avanzada edad que se negaron a abandonar sus hogares y sus pueblos…

Mientras la crisis humanitaria y las atrocidades continúan; mientras no se comunica el número exacto de víctimas mortales y de heridos; mientras los familiares de prisioneros de guerra y de desaparecidos esperan frente a las puertas de los ministerios sin obtener respuestas; mientras las fuerzas azeríes avanzan sobre los pueblos armenios en distintas zonas de Artsaj y de Armenia, donde nuevas fronteras se trazan por la fuerza o… con GPS, hay gente en Armenia que piensa que es el momento de entablar relaciones.

Tal vez, esa gente no comprende –o finge desconocer‒ que lo que está en juego es mucho más que la pérdida de algunos territorios. Lo que se avecina es el segundo golpe –esta vez, el de gracia- si no se toma conciencia de la situación y no se toman los recaudos necesarios. En otras palabras, lo que está en juego es la existencia misma de la República de Armenia como entidad independiente desde hace 30 años. No vaya a ser que se haga realidad aquello de que “si cae Artsaj, cae Armenia”. Basta ya de repetir los mismos errores.

Ricardo Yerganian

Exdirector del Diario Armenia

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