Neo-otomanismo y el síndrome del Tratado de Sevres

30 de agosto de 2020

Casualmente o no, a 100 años del Tratado de Sevres su actualidad es un hecho indiscutible. No se debe a la intervención de historiadores o analistas políticos. Ni siquiera al intento de diez partidos políticos armenios ni al de las juventudes políticas de los países firmantes, de recordárselo al mundo. Se debe a la propia dirigencia política de Turquía, que en su conjunto (islamistas, “lobos grises”, kemalistas y todo tipo de nacionalistas) apoya la política neo-otomana del actual gobierno del presidente Erdogan.

Llamar a Erdogan “sultán” como en el lenguaje periodístico lo hacen muchos medios de comunicación del mundo occidental, es una señal inequívoca del curso neo-otomano e islamista que ha tomado su política gubernamental. En lugar de concederle ese “título”, mejor sería que le recordaran que es simplemente el presidente de una República laica fundada en 1923 por Mustafá Kemal.

Más allá de esta aclaración, es evidente que Erdogan tiene ahora como objetivo nacional expandir hacia el oeste el “espacio vital” -el lebensraum– de Turquía, en un claro intento revisionista-negacionista de los tratados de Lausana de 1923 y París de 1947. Un cuestionamiento que manifestara abiertamente en su última visita a Atenas, frente al entonces presidente de la República P. Pavlopoulos, quien por su parte le diera públicamente la respuesta que corresponde: los tratados internacionales por los cuales se decidieron las fronteras entre Grecia y Turquía siguen vigentes y no dan lugar a ningún tipo de revisionismo histórico.

Si hoy Turquía –ignorando los tratados que ha firmado- pretende expandir sus fronteras terrestres y marítimas en detrimento de estados vecinos y en un claro intento de “resucitar” el otrora Imperio Otomano, habrá que recordarle que eso implica también reconocer el Tratado de Sevres, firmado el 10 de agosto de 1920 por los entonces representantes del Imperio Otomano junto a los de Armenia, Grecia y otros estados aliados. Y aunque no fuera ratificado, su valor como documento internacional permanece invariable. De ahí el síndrome de Sevres que persigue a la clase política de Turquía hasta el día de hoy…

Está claro que el presidente Erdogan en su maximalismo, las quiere todas para él: ni Sevres ni Lausana, pero sí al dogma político “Maví Vatán”, la “Patria Azul” en el Mediterráneo oriental y el Egeo… Se trata de la negación lisa y llana de las normas del Derecho del Mar y del Derecho Internacional Público. Una vez más, la fuerza hace el derecho.

Tal como dijera acertadamente el presidente francés Macron hace unos días, Turquía sólo entiende cuando las palabras van acompañadas de hechos. Finalmente un político europeo que dice las cosas por su nombre. Es evidente que los intereses franceses en el Mediterráneo están siendo socavados por la política de Erdogan en la región -especialmente en Libia y el Mar de Chipre- y París ha encendido luz roja a la agresión turca.

Al mismo tiempo, la Unión Europea (entiéndase Alemania) se conforma hasta el momento con emitir declaraciones de “solidaridad” hacia dos de sus miembros, Grecia y Chipre. Y por su parte la OTAN (entiéndase los EE.UU.), en su rol de Poncio Pilato del siglo XXI, llama al “diálogo” entre las partes y equipara al “aliado” agresor con el “aliado” agredido. El supuestamente buscado “diálogo” entre las partes no es más que la pretendida sumisión de Grecia y Chipre a la diplomacia de las cañoneras de Turquía. Es la tristemente célebre política europea de apaciguamiento y de contención, que ha llevado las cosas a la peligrosa situación actual.

Por desgracia para Turquía, este no es ya un conflicto exclusivamente greco-turco. Además de la presencia de las grandes potencias, hay otros actores regionales como Egipto, Israel, los Emiratos Arabes Unidos, Arabia Saudí, Siria, Irak y Armenia que se ven afectados en sus intereses nacionales por las decisiones y acciones de Erdogan. Y aunque éste sigue adelante con sus objetivos sin reparar ante las advertencias de “profunda preocupación”, llegará un momento en el que los múltiples frentes abiertos serán demasiados, incluso para un país como Turquía que se considera a sí mismo “invencible” pero cuyo talón de Aquiles es sin duda su frágil economía. Es por ese motivo que las sanciones económicas están entre las posibles “medidas” que analizan Washington y Bruselas. Todo depende de hasta dónde Turquía tirará de la cuerda en las próximas semanas…

Lo sucedido con Hitler y la Alemania nazi debe ser una lección permanente para el mundo occidental (y oriental). La entonces política de apaciguamiento hacia el líder alemán terminó en los estragos de la Segunda Guerra Mundial. Los acontecimientos actuales demuestran que nos encontramos ante una situación similar. Hay analistas que incluso la comparan con la de los días previos a la Primera Guerra Mundial, desatada entre los imperios de la época. Sea como fuere, el conflicto actual desembocará en una escalada internacional, a menos que los líderes políticos interesados en la paz y estabilidad de la región decidan ponerle freno a Erdogan. Con hechos y no con palabras.

Ricardo Yerganian
Ex director del Diario ARMENIA

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