El nuevo negacionismo de Azerbaiyán: acusa a Armenia de haber cometido dos genocidios

06 de abril de 2021

El 31 de marzo, el Gobierno de Azerbaiyán lanzó una nueva campaña internacional por el “día del genocidio de los azerbaiyanos”, una nueva estrategia de difusión de noticias falsas y negacionismo del Genocidio Armenio. Este nuevo plan de propaganda se suma al “genocidio de Khojaly”, que también presenta a Armenia como la ejecutora de un falso genocidio.

El brazo ejecutor de la política de difusión negacionista de Azerbaiyán, sus Embajadas a lo largo del mundo, comenzaron a operar desde hace tiempo con la estrategia de la “propaganda espejo”: copian la centenaria lucha del pueblo armenio por el reconocimiento y reparación del genocidio planificado, ejecutado y negado por el Estado turco (primero el Imperio Otomano y luego la República de Turquía), tergiversan hechos históricos, falsifican documentos y acusan al pueblo armenio de haber sido el perpetrador -y no la víctima- de dos genocidios.

El Genocidio Armenio fue uno de los crímenes de lesa humanidad que, junto al Holocausto judío, sirvieron como base para la creación del término “genocidio”, un concepto que fue posteriormente incorporado al estatuto jurídico internacional a través de la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio aprobada por las Naciones Unidas en 1948.

Tanto Turquía como Azerbaiyán mantienen, desde el comienzo del Genocidio Armenio, una política estatal negacionista del mismo, tanto al interior de sus países como al exterior, presionando a organismos y Estados para que no lo reconozcan como tal.

Ahora, Azerbaiyán inauguró una nueva etapa del negacionismo moderno: el Gobierno azerbaiyano fabricó una historia llena de falsedades y omisiones para acusar a Armenia de haber cometido dos genocidios, y para ello, utiliza estrategias como: buscar apoyos políticos y parlamentarios a cambio de viajes y sobornos (como se destapó en el caso de corrupción conocido como “The Azerbaijani Laundromat” o la “Lavandería de Azerbaiyán), premiar o pagar a académicos y periodistas para que escriban y repitan la historia difundida por el Gobierno azerbaiyano y mantener una política educativa de odio y racismo contra el pueblo armenio. El objetivo de victimizarse y tipificar al pueblo armenio como “el enemigo en común” le sirve al régimen dictatorial del presidente Ilham Aliyev para mantenerse en el poder, ya que su familia gobierna Azerbaiyán desde hace casi 40 años.

Dos genocidios falsos para sostener la dictadura de Aliyev

Ninguno de los dos genocidios fabricados por el Gobierno de Azerbaiyán entran en esa categoría, ni jurídica (ningún tribunal internacional independiente reconoció esos hechos como tales) ni sociológica (ningún historiador o sociólogo independiente o no comprado por el Gobierno azerbaiyano calificó los hechos como genocidios).

El primer hecho ocurrió entre el 30 de marzo y el 2 de abril de 1918 (antes de que Armenia declarara su independencia) en medio de conflictos étnicos entre turcos y armenios en la región: de acuerdo con el Gobierno azerbaiyano, 12.000 personas fueron asesinadas en Bakú (aunque evitan hablar de los informes acerca de unas 10.000 personas de origen armenio asesinadas en septiembre de ese año). Según el historiador Thomas De Waal, se trató de una “mini guerra civil” en la que los bolcheviques combatieron contra el partido azerbaiyano Musavat, y permitieron que las milicias del Tashnagtsutiún atacaran Bakú. Si bien los autores de estos hechos fueron llevados a juicio, en 1998 el entonces presidente de Azerbaiyán Heydar Aliyev, padre de Ilham, inauguró la reescritura oficial de la historia y estableció por decreto el 31 de marzo como el “día del genocidio de los azerbaiyanos”.

El lobby de la Cancillería de Azerbaiyán logró que el 27 de marzo de 2012, el Senado del estado de Nueva York, Estados Unidos, adopte la resolución legislativa J3784-2011 que proclama el 31 de marzo de 2012 como el “Día del Recuerdo de Azerbaiyán” y describe a los hechos como un genocidio “cometido por los miembros del partido Dashnak armenio junto con los bolcheviques contra azerbaiyanos”. El 31 de diciembre de 2010, el gobernador Jim Gibbons del estado estadounidense de Nevada proclamó el 31 de marzo como el Día del Recuerdo de las masacres de civiles azerbaiyanos en 1918.

El segundo hecho denunciado como genocidio por Azerbaiyán constituye lo que se conoce como “la masacre de Khojaly”, un supuesto ataque de civiles por parte del Ejército de Defensa de Nagorno Karabaj en 1992, durante la primera guerra de Artsaj (Nagorno Karabaj). La posición oficial de Armenia y Artsaj fue que Azerbaiyán no evacuó a la población civil y la utilizó como escudo humano, táctica que utilizaría en la guerra de 2020 al no evacuar a su población en Barda y Ganja. Por su parte, Azerbaiyán afirma que se trató de un genocidio, a pesar de que los hechos narrados por el Gobierno azerbaiyano no entrarían en esa categoría jurídica ni sociológica, mientras que ningún tribunal internacional lo calificó como tal, mientras que la campaña estatal de Azerbaiyán recibió una gran cantidad de críticas por haber falsificado fotografías de los hechos. De haber ocurrido los hechos según la narrativa oficial azerbaiyana, se podría habría tratado de un crimen de guerra y no un genocidio.

Durante la guerra de Artsaj de 2020, iniciada por Turquía y Azerbaiyán contra Armenia y Artsaj, dos organismos internacionales de derechos humanos, Amnesty International y Human Rights Watch, adoptaron una postura de “neutralidad” ante los crímenes de guerra que denunciaron: un informe elaborado por Diario Armenia planteó que “esta estrategia de aparente neutralidad, similar a lo que en argentina se bautizó como la ‘teoría de los dos demonios’, buscó equiparar e igualar crímenes de guerra de todas las partes involucradas con una política genocida orientada a la destrucción total de la identidad y el pueblo armenio por parte de los Estados de Turquía y Azerbaiyán”.

La política genocida se vio evidenciada durante la guerra de Artsaj, donde la deshumanización contra las personas de origen armenio dio lugar a crímenes de guerra aberrantes contra civiles y prisioneros de guerra, como ejecuciones y mutilaciones documentadas en video por parte de los soldados azerbaiyanos, y alentadas por el propio Gobierno. A esto se sumó la campaña de destrucción de todo patrimonio cultural armenio de la región, para eliminar cualquier vestigio de la existencia de ese pueblo.

La idea de “escuchar las dos campanas”, un concepto derivado del periodismo para lograr un efecto de supuesta “objetividad”, solo sirvió durante el conflicto para difundir el discurso racista y de odio por parte de sectores cuyo objetivo es el exterminio total de un pueblo.

Si la propaganda del régimen dictatorial de Azerbaiyán fue exitosa durante la guerra de Artsaj, todo indica que continuará siéndolo. Esta vez, se encuentra en peligro la memoria histórica más dura y dolorosa del pueblo armenio: el genocidio.

Editorial
Diario Armenia

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